Psicofonías

(algo así como el blog de Psicobyte)

Meditrinalia

Vetus novum vinum bibo, novo veteri morbo medeor.

Por si, como a mí, te gustan todas las fiestas (sobre todo si es obligatorio beber): Me he enterado casualmente de que hoy son las Meditrinalia

Perversión

Jean-Claude entró en casa serio y cabizbajo. Miró el abrigo colgado en el perchero y asumió lo inevitable: Su esposa ya había llegado y le esperaba. Jean-Claude sabía que este no iba a ser un buén día.

Al llegar al salón se encontró con ella. Con los brazos cruzados sobre el pecho, el gesto serio y la mirada dura, le obserbaba en silencio. Jean-Claude no dijo nada. Se sentía avergonzado y no se atrevía a alzar la vista de sus propios pies. tras una eternidad de silencio, en la que sólo podía escuchar su porpia respiración y los latidos de su corazón, la voz de su mujer le pareció chillona y extrañamente fuera de lugar, aunque en realidas solo susurró.

-Has vuelto a hacerlo- No era una pregunta.

-Sí, lo siento- Intetó justificarse. -No he podido evitarlo. Sabes que intento resistirme. El médico dijo que debíamos solucionar esto poco a poco...

-¡El médico! - Tronó ella -¿Y que sabrá ese estúpido loquero lo que estamos pasando? ¿Que sabrá de lo que sufre tu familia? ¿Es que quieres acabar con tus hijos?- Afortuandamente, los niños nunca estaban cuando tenían estas discusiones.

-¿Donde están los niños?- Jean-Claude tenía la infundada esperanza de que hoy estuviesen con su abuela.

-Están arriba. Hoy han llegado llorando del colegio. Sus compañeros no quieren saber nada de ellos, les insultan e incluso hoy han llegado a tirarles cosas. Sus propios profesores les odian. Y todo por tu culpa.- Ella, siempre tan fuerte, siempre tan dura, comenzaba a desmoronarse. Estaba llorando.

-Pero ¡Amor mío!- No soportaba verla llorar. -Sabes que lo estoy intentando con todas mis fuerzas ¡Este año sólo me ha ocurrido cinco veces!

-Me he enterado mientras estaba en el supermercado- Ella continuó hablando sin escucharle. -Algunas personas habían escuchado la noticia, y comenzaron a cuchichear al verme. Una mujer se puso a gritarme obscenidades en la cara y tuve que huír de ella. La cajera escupió al verme pasar. Todos nos desprecian por lo que tú haces. Tu madre hace meses que no nos llama. Nos avergüenzas a todos.

-Te lo juro, cariño, esta vez es cierto, no volverá a pasar, no lo haré más- Mintió Jean-Claude.

-Eso dices siempre. Eso dijiste cada una de las veces anteriores. Pero no es cierto. Eres un viejo pervertido y disfrutas arrastrando por el fango el honor de los tuyos. No tienes dignidad, y no puedes resistirte. Ya no eres el hombre con el que me casé. ¿No ves lo que nos estás haciendo?

Jean-Claude abrazó a su esposa, intentando acallar su llanto.

-No te preocupes amor: Me curaré. Te prometo que me curaré.

Pero sabía que no era cierto. Cada vez que lo hacía, justo despues de hacerlo, se sentía sucio y avergonzado. Y cada vez se prometía que no se repetiría, que la próxima vez sería más fuerte. Pero, cada vez, el impulso regresaba desde algún siniestro rincón de su subsconciente, el deseo se hacía más fuerte, la tentación más acuciante, la necesidad más irresistible.

Y él trataba de resistirse, intentaba no ceder al vicio. Pero, pese a su esfuerzo, y pese su familia, y pese a toda la palabrería de su psiquiatra, al final sus perversiones le dominaban y, presa otra vez de la culpa y el autodesprecio, Jean-Claude Trichet volvía a subir los tipos de interés.

Dedicado al tipo que nos sube el Euribor.

No sé si el Señor Presidente del Banco Central Europeo se avergüenza o nó de su actividad y, personalmente, no creo que lo haga por ninguna compulsión irrefrenable. Tampoco sé si está casado ni si tiene hijos. El relato anterior es una simple ficción.

Extraños impuestos

En vida de Franco (nuestro dictador local) España era un pás más católico que nadie (la "reserva espiritual de occidente", decían), y el Estado firmó un acuerdo con el Vaticano (concordato) por el que, entre otras cosas, se le garantizaba a este último el aporte anual de una pasta.

Por cuestiones políticas, sorprendentemente, el regreso de la democracia (con una constitución que, supuestamente, es aconfesional) no canceló este contrato.

En teimpos más recientes, en los formularios donde cada uno de los españoles informamos al Estado de nuestras respectivas riquezas para calcular cuánto hemos de pagar en concepto de impuestos, no colocaron una casilla por medio de la cual podíamos decidir si una parte de esos impuestos se destinaría a la Iglesia (Católica Apostólica y Romana), si se usaría para "Otros fines de interés social", o si se repartiría entre ambos conceptos.

Yo siempre marco la segunda opción.

Como te imaginarás, la aparicón de esta casilla trajo bastante cola en su momento, sobre todo por las protestas de esos a los que se suele llamar "los sectores más conservadores de nuestra sociedad". Pero el caso es que era una media más populista y "de cara a la galería" que práctica en ningún sentido. Porque el concordato firmado por Franco seguía en vigor y, si el aporte de los que habían marcado la casilla no alcanzaba la cantidad acordada (Como, de hecho, viene sucediendo), el Estado pagaba la diferencia (Y, por lo tanto, pagaban también los que habían marcado la otra casilla).

Y llegamos a la actualidad, en la que la Iglesia y el Estado han firmado a un acuerdo para que, a cambio de subir el porcentaje asignado, esta cobre sólo lo que aporten los que lo han explicitado en su declaración de la renta.

De modo que, en adelante, los españoles que lo deseen costearán a la Iglesia con sus impuestos y, los que no quieran hacerlo (como yo), pagarán esos "Otros fines de interés social".

Lo que me parece una soberana tontería. ¿A eso le llaman impuestos?

Los impuestos sirven, a grandes rasgos, para redistribuir la riqueza. Para que cada uno aportemos para pagar los gastos de todos, nos guste o nó. ¿O tú crees que a Emilio Botín le hace gracia pagar los hospitales de los que no se pueden permitir un seguro médico cómo el suyo?

Pero esta especie de "régimen especial" que tiene la iglesia es algo así como un impuesto que no es un impuesto pero sí es un impuesto.

De modo que, en mi opiníon, podemos hacer tres cosas:

Opción uno:

Asumimos que la iglesia católica apostólica y romana (¿Y las demás?) tiene un importante interés social y debe ser pagada con los impuestos de todos, sin marcar casillas ni chorradas similares. Sí, los de todos, incluídos los míos (aunque la sola idea me duela). Porque, como te he dicho antes, precisamente para eso están los impuestos. Si apechugo y pago para compar tanques y fusiles, no veo porqué no voy a poder costear casullas e hisopos.

Opción dos:

Nos tomamos en serio de una vez aquello de la separación entre Iglesia y Estado, con lo que los curas no deberían cobrar de los impuestos de nadie (ni siquiera de los que quieran). Que cobren del cepillo o de donde sea, que sus currantes coticen y que, en general, funcionen como cualquier otro negocio.

Opción tres:

La tercera opción es negar la función redistributiva de los impuestos, dejarse de tonterías, y poner casillas para marcar (O, mejor, para rellenar con valores percentuales) en todas las posibles partidas presupuestarias, y no solo en lo tocante al tema religioso.

¿Que quiero pagar gastos de defensa? Marco la casilla correspondiente. ¿Que nó? La dejo sin marcar. Si soy un peatón ¿para qué voy a pagar autopistas? Y lo mismo para la sanidad, investigación...

Y, por supuesto, todo esto son sólo opiniones. Que cada cual tendrá la suya..

Retórica

Pequeña introducción, con ejemplos, a algunas figuras retóricas de uso común:

"Inteligencia miltar" es oxímoron.

"Publicidad engañosa" es pleonasmo.

"Honorable banquero" es antífrasis.

"Cómodos plazos" es eufemismo.

"Espíritu empresarial" es prosopopeya.

"Desarrollo sostenible" es ironía.

Opinando

Hace dos días que terminaron mis vacaciones. Pero, entre la "depresión post-vacacional", el periodo de re-adaptación y essas cosas, todavía no he tenido tiempo de ponerme al día con esto del bloguerío.

Pero es que, además, uno viene con miedo, y ya no sabe si arriesgarse a escribir nada o mejor estarse calladito. Que no está el horno para bollos, y opinar se está convirtiendo en un deporte de riesgo.

Por si las moscas, y para evitarme posibles problemas, voy a poner por aquí unas solemnes declaraciones que, espero, tranquilicen a cualquier posible lector ocasional ofendible:

Los musulmanes son una gente estupenda, Mahoma es un profeta chachi, y nunca se me ha ocurrido pensar que fuesen mínimamente agresivos.

Como contrapartida, tampoco creo que Ratzinger tenga el tacto y la diplomacia de un buldozer. Y, por supuesto, no pienso que cancelar una ópera de Mozart por miedo a ofender a nadie sea una solemne estupidez.

Nunca he estado en Torrelavega, pero estoy convencido de que las damas del lugar son hermosas como Helena de Troya recién salida de la peluquería. Lo cual no quita que tampoco sea de la opinión de que el Torbe es un impresentable de cuidado (aunque viva, bastante bién, parece, de ser un impresentable).

Ahora ya me quedo algo más tranquilo.

Aunque, tal como está el mundo, uno no sabe si arriesgarse a opinar, con lo peligroso que es eso, o dejarlo definitivamente.

Por supuesto, no es mi intención ofender a nadie...
PPCMS 2022