Voy a casa, caminando bajo la llovizna y pensando en las musarañas (la musaraña es el mamífero al que dedicamos más horas de meditación, aunque se ve superado por la rata en lo que a investigación científica se refiere) y me asalta una duda metafísica con la cosa de "Compartir":
El problema es que la propia palabra está mal escogida. "Compartir" es "partir con". Es decir, tomar algo, hacerlo partes y asignar cada una de ellas a uno de los "compartientes". Al final tienes menos de lo que tenías antes, eso es dividir.
Una vez en casa, esta sospecha es confirmada por la RAE, que dice que "Compartir" es, en su primera acepción, "Repartir, dividir, distribuir algo en partes".
Y verás, hay montones de casos en los que esto es cierto: Cuando comparto mi bocadillo con mi amigo, al compartir la wifi, o cuando Cristo comparte el pan en la Santa Cena.
Pero esto no siempre ocurre así.
Cuando comparto ideas, información, archivos o programas no estoy realmente com-partiendo. No pierdo (nadie lo pierde) medio bocadillo, ni cedo ancho de banda, ni tocan a un pellizco de bollo por apóstol.
Cuando comparto ideas, información, archivos o programas hace falta otra palabra, en la que yo conserve lo compartido al completo y los demás también lo obtengan completo, de modo que nadie pierda nada y todos ganen. Como cuando compartes un chiste, enseñas matemáticas o Cristo ofrecía peces.
Ah, si.
La palabra es "multiplicar".
Cuando comparto ideas, información, archivos o programas, lo que estoy haciendo es multiplicarlos.
A partir de ahora no "compartas".
"Multiplica".
Ya lo he dicho alguna vez: Los blogs no son de fiar.
Lógicamente, cuando necesitas informarte sobre algo o comprobar algún dato, el simple hecho de que aparezca en un blog no es prueba suficiente sobre su falsedad o veracidad.
Los viajes en el tiempo, tal y como los suelen presentar el cine y la literatura, tienen montones de fallos y lagunas desde el punto de vista físico. Por eso, cuando traté de escribir mi propio cuento sobre viajes en el tiempo, traté de darle un poquito de consistencia interna inventando algunos principios físicos (como el "desenlace contraparadójico" y la "cronocensura cósmica") que no eran más que pura palabrería para evitarme el espinoso tema de las paradojas del abuelo y similares.
También, y por la cosa de la verosimilitud, traté de inventar formas de compensar la ley de conservación de la masa-energía a base de repentinos estallidos de radiación ultravioleta y brutales bajadas de temperatura (por otro lado, me dejé por el camino otras leyes, como la conservación del número bariónico o el momento, que también son problemáticas).
El resultado fué algo que, aunque creo que no me quedó mal del todo, no deja de ser un simple cuentecillo.
En cualquier caso, y por si hubiera hecho falta, acababa el cuento con unos avisos entre los que se podía encontrar: "Esto es un ridículo y predecible chiste basado en un absurdo anuncio televisivo de lejía.".
Pero, hete aquí que ahora me encuentro un artículo en la sección "Ciencia y Tierra" de Tva.com.mx, firmado por un tal Mario Enrique Sánchez y titulado "La realidad sobre los viajes en el tiempo" en el que, entre referencias a medios como Nature y la BBC y físicos como el gran Paul Davies y el "controvertido" Amos Ori, pueden leerse los siguientes párrafos:
Para hacer este tipo de viajes, será necesario que el crononauta utilice un equipo no mayor a los 100 kg que sea resiste a impactos, así como un vehículo especial.
La teoría indica que cuando el hombre haga este tipo de viajes, ocurrirá en el espacio-tiempo un déficit de masa de cien kilogramos, los cuales se compensarán en el destino del crononauta. En el peor de los casos la pérdida de materia ocasionara que el universo equilibre esta situación con radiación ultravioleta equivalente a lo perdido con la "desaparición" del viajero.
Uno de los efectos que podría tener este viajes es que al momento de llegar al punto en el tiempo deseado, todo lo que este alrededor del astronauta (incluido el aire), quedará congelada, efecto que se producir de realizando viajes presente- pasado o viceversa.
Las palabras "La teoría indica" enlazan a mi cuento. Que es todo un honor para mí, dicho sea de paso: Reserva más espacio describiendo mi "teoría" que el que otorga a Paul Davies.
A pesar de todo, en mi opinión, los más divertido es el cambio que hace el redactor, poniendo "vehículo especial" donde yo ponía "bicicleta".
Así que ya sabes: Si quieres escribir un artículo, es mejor controlar un poquito tus fuentes...
Ya te lo han avisado ínclitos blogeros como JJ, Arkangel o Alfonso E. Romero, pero lo repito yo por si las moscas.
El circo bloguero-periodístico ha vuelto a la ciudad:
Mi consejo personal es que, si puedes, no te lo pierdas. (Es conveniente inscribirse antes)
Yo me imagino a mí mismo hablando con los amiguetes y diciendo "Os voy a demostrar la existencia de un dios creador, omnipotente y bueno". Si en ese momento se me ocurre sacar un plátano (o banana, que a estos efectos es lo mismo), te aseguro que estarían haciendo chistecitos a mi costa durante unos meses.
Pero es que si, encima, me dedico a decir cosas como que tiene "la forma adecuada para agarrarlo con la mano", o "la medida justa para la boca humana", el cachondeo promete ser monumental.
Te lo juro: Jamás me atrevería.
Es que un plátano no es serio. Ni para enseñar a poner un condón.
Ray Comfort y Kirk Cameron (el chaval la serie "La Familia Crece") demuestran ser insuperables.
También demuestran un cierto desconocimiento sobre la historia de su maravilloso fruto: El plátano que ellos describen es el producto la agricultura, la selección artificial y el cruzamiento.
Un plátano "natural", tal y como "lo creó el Señor" es algo así: