Este año he desistido de mandar la carta a los Reyes Magos. Despues de todo, nunca me traen lo que yo les pido. Supongo que no soy lo suficientemente bueno.
A este paso, y visto que últimanente está de moda, me hago republicano. Y que se fastidien los Reyes, por muy Magos que sean.
Pero quiero ser del estilo de los que proclamaron la segunda república, que es la buena.
¿Que por qué? Por detalles como estos:
Artículo 1. España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia.
Artículo 6. España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional.
Artículo 26. [...] El Estado, las regiones, las provincias y los Municipios, no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas.
Comprenderás que a mí, que me han criado para rojo, lo de trabajadores de toda clase me llegue al alma. Y no digamos la renuncia a la guerra (cosa que no tiene la actual constitución) y la tajante aconfesionalidad sin paliativos ni medias tintas que destila por sus artículos.
Y, además, las banderas: la tricolor es más bonita que la rojigualda.
Lo dicho: O espabilan los Reyes Magos, o me paso a la República.
Ya comenté ayer mi vengativo primer propósito de año nuevo. Este es el segundo, en la misma línea.
Voy a buscar las direcciones de todos los testigos de jehová de mi barrio.
Voy a dedicarme a visitarlos en horarios sádicos y a darles la paliza intentando convencerlos para que se pasen al ateísmo.
Voy a dejarles unas revistas aburridas en las que les explicaré las ventajas de celebrar los cumpleaños y de no dejar a tus hijos morir por falta de trasplantes, y en las que aparecerán imágenes de sonrientes familias multiraciales bebiendo cerveza y haciéndose transfusiones de sangre.
Voy a marcharme, tras horas de forzar su hospitalidad, prometiendo que regresaré pronto para comentar la lectura de "El Origen de las Especies".
Que dulce es el sabor de la venganza.
Ultimamente, la gente parece velar en demasía por mi salud.
Me explico: Será por la cosa de los propósitos de año nuevo, pero todo el mundo parece que ha dejado de fumar, o está en trance de ello, o tiene la firma convicción de hacerlo en breve.
Y, claro, lo malo de los ex-fumadores es que no pueden evitar ser proselitistas.
Es superior a sus fuerzas. Se pasan el rato diciendo frases que suelen empezar por "No quiero ser un pesado pero...", "Tu haz lo que quieras pero...", "Yo te entiendo pero...", y acaban con "...te estás matando.", "...desde que lo dejé estoy mucho mejor.", "...eres un adicto."
Y entre esos puntos suspensivos hay largas retahilas inacabables de los mismos manidos argumentos. Y no es que sean malos argumentos pero, si no consiguieron convencerme las anteriores ochocientas veces ¿porqué iban a resultar más convincentes ahora?
Y vale.
Asumo que soy un adicto a la nicotina.
Pero ellos no asumen que son unos auténticos adictos a su "independencia" de la nicotina.
¿Es que necesitan estar todo el día convirtiendonos a los fumadores a su nueva fe? Te recomiendan páginas web, expertos, tratamientos, sistemas, libros... ¿En qué clase de secta se han metido?
Pero ya estoy harto.
De modo que ya he hecho mi primer propósito de año nuevo:
Cada vez que un ex-adicto intente convencerme de que deje mi vicio, pienso dedicarme a tratar de que él vuelva a caer en el suyo.
Dedicaré mi humo, mi tabaco, mi voluntad y todas las artimañas disponibles a hacerle regresar al redil de los toxicómanos legales.
Puede parecer cruel pero, si no hay otra forma de librarse de ellos...
A Philip Morris pongo por testigo: La venganza está servida.
Ya está.
Ya empezó la cuenta atrás.
Ya tenemos encima la Navidad.
Con sus villancicos, su portal de Belén, su lotería de navidad su árbol...
Pero, como lo de quejarse de lo chunga que es la navidad está muy visto y, además, es muy antisocial, mejor pongo un chiste:
Jaimito escribe una carta en Navidad:
"Queridos Reyes Magos:
Este año me he portado muy bien y espero que me traigais una bicicleta."
Al dirigirse a dejar la carta, junto al pesebre ve el rostro de la Virgen María que lo mira fijamente. Arrepentido, rompe la carta y escribe una nueva:
"Queridos Reyes Magos:
Este año me he portado aceptablemente bien y espero que me traigais una bicicleta."
Nuevamente se dirige al pesebre y siente la mirada de la Virgen María; duda un momento y rompe la carta, para escribir otra nueva:
"Queridos Reyes Magos:
Este año no me he portado muy bien, pero si me traeis una bicicleta prometo que el próximo sí lo haré."
Se dirige al pesebre y nuevamente siente que la Virgen María lo observa; se detiene y piensa un segundo; toma la carta; la rompe; toma la figura de la Virgen María; la encierra en el ropero y escribe:
"Jesús:
Tengo a tu madre. Si quieres volver a verla, deja una bicicleta junto al árbol."
Bueno, tiene gracia. Digo yo.
Hay sentimientos que no pueden comunicarse.
Hay dolores que no pueden expresarse. Esos por los que quizás ni siquiera lloras, porque llorar es algo físico y ese dolor es mucho más profundo.
Hay penas que pueden decirse y, quizás, entenderse. Pero el que escucha nunca podrá sentir lo que siente el que habla.
Puedo entender tu dolor. Puedo recordar cuando me ahogaba un vacío en mi pecho semejante (pero nunca igual) al que seguramente te estrangula ahora.
Pero nunca podré decirte "Siento el mismo dolor que tú sientes".
Siento dolor por tu pena, pero no puedo sentir tu pena: Tu tristeza es inenarrablemente más grande que la mía, el abismo es inconmensurable.
Y, aún así, lo siento.
Puedo decirte que el dolor pasará, siempre pasa. Pero eso ya lo sabes. Y eso no disminuirá tu pena.