Dicen que, según un atiguo cuento indú, cuatro sabios ciegos se reunieron un día para descubrir cómo era un elefante:
El primero se acercó al animal y palpó una de sus patas:
-Un elefante es como una columna.
El segundo de ellos tocó una oreja.
-Un elefante es ancho y plano como un tapiz.
El tercero palpó el costado del animal:
-Un elefante es como una pared.
El último de ellos sujetó la trompa:
-Un elefante es como una serpiente.
Es probable que conozcas ya esta historia: Se ha usado (y abusado) muy a menudo como una parábola, para prevenir contra la visión parcial de las cosas.
No sé si es realmente una leyenda de la India, aunque suena razonable: El elefante es un animal muy popular (y sagrado) para los indúes. Después de todo, no resulta fácil ignorar un animal que puede llegar a pesar cuatro toneladas.
Pese a todo, el elefante indio no es el animal más grande que camina sobre la tierra. Con hasta siete toneladas y media, el elefante africano tiene en la actualidad ese record.
Y digo "en la actualidad" porque, al parecer, el mayor animal que jamás haya caminado sobre la tierra fué un dinosaurio: El Argentinosaurus, que dicen que llegó a tener 100 toneladas de peso.
Los Argentinosaurus caminaban sobre la tierra, lo que limita el tamaño que uno puede tener. En el mar, flotando cómodamente en el agua y sin necesidad de sostenerse sobre patas, la ballena azul puede jactarse de tener el record al animal más grande de todos los tiempos: El ejemplar más grande registrado tenía 33 metros, y el más que respetable peso de 190 toneladas.
Y esto son solo los animales. Si juegas al "Trivial", sabrás que la respuesta que da por válida a la pregunta "¿Cuál es el ser vivo más grande?" no es ningún animal, si no un vejetal: La venerable secuoya de 3200 años de edad conocida como "General Sherman" tiene una altura de 84 metros, y un peso estimado de unas 2.000 toneladas.
Pero, siento tener que decirte que tu "Trivial" está un poco desactualizado.
Desde hace siglos, todo aquel que pasee por el Bosque Nacional de Malheur en Oregón (U.S.A.) durante el otoño, puede contemplar por todas partes, brotando del pié de los troncos, pequeños racimos de setas de la especie Armillaria ostoyae (Que infecta la raices de los árboles y puede llegar a matarlos).
Las setas no son animales ni vejetales: Son hongos. O, más concretamente, órganos reproductores de hongos.
Un hongo es, básicamente, una red de fibras (hifas) que forma una estructura llamada "micelio".
En algunos hongos subterráneos, parte de este micelio (el "micelio reproductor") sale a la superficie y forma un órgano productor de esporas, al que conocemos vulgarmente como "Seta".
De este modo, la mayor parte del hongo está enterrado, y lo que vemos como setas independientes pueden ser parte de un mismo organismo.
Y aquí es cuando, como ya te imaginabas, entran en escena las pequeñas y abundantes setas de Oregón.
Con el objeto de defender a los árboles del bosque de Malheur del ataque de Armillaria, la investigadora Catherine Parks efectuó una investigación de muestras de ADN de esas setas.
Cuando analizó ese ADN descubrió que, lo que parecían montones de setas independientes, pertenecían en realidad a un mismo hongo.
Concretamente a uno que se extiende por un área de unos nueve kilómetros cuadrados y se lleva el record a "ser vivo más grande del la tierra" con el asombroso peso (estimado, claro) de 7000 toneladas.
Porque, claro: Igual que una trompa no es un elefante, una seta no es un hongo.
Si ya lo dice hasta el New York Times.
Abuelito: Cariño ¿Cómo se llama el alemán ese que esconde mis cosas?
Abuelita: Alzheimer, querido, Alzheimer.
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Abuelita: Cariño ¿Cómo se llama el alemán ese que esconde mis cosas?
Abuelito: Gräfenberg, querida, Gräfenberg.
He pensado que, puestos a venderse uno mismo, es mejor hacerlo en una subasta, porque probablemente saque más dinero que vendiéndome al primero que pase.
De modo que ahí va el anuncio, a ver si hay suerte y encuentro un buén comprador:
Precio de salida del paquete: Sueldo mensual que dé para pagar la hipoteca.
Ya sé que, con lo devaluadas que están estas cosas hoy día, puede parecer un precio demasiado alto.
Pero, entiéndelo: Son mis principios. Y creo que los he vendido baratos.
Creo que hace mucho tiempo que no te pongo fotos de bichos por aquí...
Estos dos insectos con pinta de escudo zulú, y que tan íntimamente unidos están en este momento, reciben el nombre de "Chinches de la malva arbórea", en mi infancia los llamábamos "zapateros" y, en círculos más serios se les dice "Pyrrhocoris apterus". Pero, como ocurre con casi todos los insectos, da igual cómo los llames porque, en cualquier caso, no van a acudir.
A algunas personas (Y, para mi zozobra, Li está entre ellas) les causa cierta repugnancia este tipo de imágenes.
Lo curioso es que hay otras personas a las que les repugnaría más que, en lugar de dos insectos, esta fuese una foto de dos personas en la misma situación.
La naturaleza es sorprendente. Allá donde mires.