En Granada tenemos fama de "malafollás" y, además, de ser bastante malhablados. Pero hay veces que la expresividad que un lenguaje soez aporta a la frase es realmente fantástica. De modo que, hablando en granadino:
¡Haced el favor de iros a patentaros los cojones!
Como, por la mística de internet y de los enlaces, este blog se ha vuelto temporalmente popular y está recibiendo una cantidad de visitas desacustumbradamente alta, he pensado que habría que aprovechar esta situación para sacarle algún partido.
He de confesar que soy tan miserable como cualquier otro, y que lo primero que pensé fué en colocar algo de publicidad por aquí para sacarme un dinerillo. Pero como me resulta bastante desagradable pensar en que algún tipejo use mi blog para vender cualquier estupidez, se me ha ocurrido que mejor dirijo esto a mejores causas.
Permíteme, por esta vez, que me ponga un poco serio:
Ya te he hablado un par de veces de que soy socio de Anmistía Internacional, y que además pertenezco a la Red de Acciones Urgentes.
Como socio, pago una (irrisoria) cuota mensual.
Pero, como miembro de la RAU (para lo que no hay que pagar nada), mi participación consiste en enviar, a veces, algunas cartas.
Te lo explico.
De vez en cuando recibes un correo electrónico que empieza con algo así (esta es del pasado 21 de septiembre):
Se cree que Lennox Boyce y Jeffrey Joseph, cuyas órdenes de ejecución les fueron leídas el 15 de septiembre, corren peligro inminente de ejecución. Si las sentencias se llevan a cabo, serán los primeros presos ejecutados en Barbados en 20 años.
Y termina así:
ENVÍEN SUS LLAMAMIENTOS INMEDIATAMENTE.
Entonces redactas una carta para enviar a una lista de personas, expresando (firme pero educadamente) tu preocupación y rechazo ante esta situación.
Imprimes las cartas, las firmas, las metes en sendos sobres y las mándas por correo (a veces a lugares que ni tan siquera sabías que existían).
Esta es, básicamente, la labor que tienes como miembro de la Red de Acción Urgente. No hay cuotas, no hay gastos (salvo los de sobres y sellos) y no es un trabajo muy duro ni complicado.
Pero hay otras veces (como hoy mismo) en que recibes un correo que empieza de este modo:
Amnistía Internacional ha sabido que el Tribunal de Apelación de Barbados ha conmutado por cadena perpetua las condenas de muerte de Lennox Boyce y Jeffrey Joseph.
Y termina así:
Muchas gracias a quienes enviaron llamamientos. No se requiere ninguna nueva acción de la Red de Acción Urgente.
Y, te lo puedo asegurar, recibir de vez en cuando este tipo de correos vale el pequeño esfuerzo de pasear hasta el buzón.
Piensalo.
De verdad: Piensalo.
En España seguimos a la gresca con el tema de los caladeros de anchoas: Los pescadores españoles pretenden un paro biológico (es tarde, muy tarde, chicos) con la esperanza de que se recuepere la población.
Precisamente, por la cosa de evitar la sobrepesca, existen instituciones reguladoras que establecen una cuotas. La idea es que se limite la pesca a una cantidad que permita que las poblaciones se recuperen. Lo malo (sobre todo para los peces) es que, al establecer estas cuotas, influyen (y mucho) condicionante económicos y políticos. El resultado es que, para el ejemplo de las anchoas, el límite de pesca está por encima de las posibilidades reales: Están autorizados a pescar más de lo que lo caladeros pueden dar de sí. Como comprenderás, con cuotas así es como si no las hubiera.
La prueba está en los índices de pesca: Seguimos pescando la misma cantidad (en toneladas) o más que antes, pero cada vez lo hacemos de especies que están "mas abajo" en la pirámide trófica. Es un tema aún más serio de lo que parece.
Supongo que, en general, estoy bastante "sensibilizado" con lo jodidos qie tenemos los océanos: Después de todo, el mar que tengo más cerca es un sobreexplotado vertedero colectivo al que llamamos Mediterráneo. Es porbable que en unos años solo lo recordemos por las canciones de Serrat.
Las anchoas lo están pasando crudo en algunas zonas, pero aún aguantan, aunque hay bichos en el mar que lo tienen más grave.
Las ballenas, que son como una especie de bandera en esto del conservacionismo, estuvieron a punto de pasar a la historia. Por fortuna, una serie de moratorias en su pesca han hecho que, aunque reducidas, sus poblaciones hayan logrado sobrevivir.
Pero ahora resulta que Corea del Sur, que participaba en esa moratoria, ha decidido que ya es suficiente, y que va a empezar a pescar a esos bichos otra vez. Algo así opinó también Japón hace tiempo.
El caso es que el próximo 19 de junio, la Comisión Ballenera Internacional (IWC) se reunirá en la ciudad de Ulsan (Corea del Sur), para discutir qué van a hacer con las ballenas. Japón impulsa la vuelta a la pesca, y Corea del Sur parece que quiere seguir esta misma línea.
Naturalemnte, ecologistas de todo el mundo piensan manifestarse allí y preparan todo tipo de protestas. Pero Corea del Sur está lo bastante lejos como para que tú o yo podamos desplazarnos hasta allí, de modo que Greenpeace ha convocado una especie de "marcha virtual" con el lema "No a la caza de ballenas".
La idea es que vayas a la página que tiene preparada a tal efecto, te descargues e imprimas una de las "pancartas" que tienen, te hagas una foto con ella (no debe pesar más de 200 Kb), y se la mandes a través de esa misma web.
Posteriormente, ellos se ocuparán de que todas las fotos que han recibido sean proyectadas sobre la fachada del edificio donde se celebra la reunión.
A mí me ha parecido una muy buena idea.
Aunque solo sea virtualmente, el 19 de junio yo también estaré en Ulsan. Estás invitado a venir.
Dejo este texto como mensaje al futuro. Quizás un día, cuando los supervivientes intenten descubrir qué ocurrió con nuestra civilización, encuentren en este post las pistas necesarias.
Roguemos por que ellos no cometan nuestros mismo errores.
No sé cuando empezó realmente esta amenaza para el futuro de la humanidad, pero parece que durante las décadas 60 y 70 la música de ascensor ya estaba extendida por todo occidente (no sabría decirlo con seguridad, pero sospecho que el mundo comunista tenía algun horror parecido).
No creo que se tratase de un complot internacional, ni de ningún tipo de conspiración desconocida. Más bién tengo la sensación de que se trató de un terrible error, del que ya estamos sufriendo las consecuencias.
Verás: Alguna mente enajenada, salida de los más profundos y aterradores pozos del marketing, concibió un absurdo argumento según el cual, si bombardeabas continuamente los oídos de las personas con melodías "suaves y acariciantes", justo en el límite de la percepción auditiva, estas se sentirían más relajadas y estarían más dispuestas a a cosas como esperar, comprar, o cualquier otra actividad deseable en un cliente.
En una sesíon de "lluvia de ideas" de algún coventículo de esta calaña, la idea se depuró sádicamente, sustituyendo eso de melodías "suaves y acariciantes" por "repetitivas y tediosas".
La tragedia se había iniciado.
De los siniestros laboratorios de diseño de la red mundial de publicidad comenzaron a salir remezclas, interpretaciones, partituras y grabaciones que iban a parar a establecimientos comerciales de todo el mundo donde, inadvertidamente, iban carcomiento el sistema nervioso de los indefensos oyentes, socavando sus defensas psicológicas.
Esto, por sí solo, ya sería una tragedia. Pero fué solo el principio.
Si solo hubiese sido eso, todavía podríamos habernos salvado. Durante los años ochenta, y probablemente apiadados por la crueldad de este sistema de tortura, el arma psicológica conocido popularmente como "música de ascensor" comenzó a hacerse cada vez menos popular. Hoy día solo unos pocos criminales insisten en su uso.
Pero cuando comenzó este desarme ya era tarde. Sin percibirlo, sin darnos cuenta, el daño ya estaba hecho.
Nadie podría haber imaginado las terribles ramificaciones del horror, ni probablemente nadie llegue a saber nunca cómo se hundió exactamente nuestra civilización. Pero, probablemente, el guión más probable sea parecido al que te describo ahora.
La música de ascensor no distingue víctimas. Mujeres, hombres, ancianos, niños, abogados, perros... Todos somos víctimas por igual. Incluso las embarazadas. incluso sus hijos nonatos.
Mujeres embarazadas, ignorantes del riesgo al que se exponían, recibieron dosis mortales de música de ascensor. Cuando sus hijos nacieron, ya portaban el estigma impreso en sus redes neuronales.
Hasta los noventa nada parecía indicar el peligro.
Los niños crecieron como niños normales, sin que nada mostrase que llevaban en ellos la semilla de apocalipsis.
Pero desde entonces ya han crecido y están entre nosotros. Comenzando el último asalto a la humanidad.
Están aquí, y lo está haciendo. Han recreado, desarrollado y depurado el mismo insidioso arma que les hizo ser lo que son.
Esos niños son ahora compositores de Chill Out.
El fín está cerca.
Si nos atenemos a lo que se dice desde la Exposición Universal de Aichi, el futuro va a ser estupendo. Tecnología y naturaleza se dan la mano bajo el lema "La sabiduría de la naturaleza" para ofrecernos una visión maravillosa del mañana.
Es un viejo tema este: Tecnología es progreso. Y el progreso, por definición, es "hacia delante". De modo que avanzar tecnologicamente significa, según esta lógica, hacer un mundo mejor.
Permíteme que te cuente una historia quizás un poco vieja, pero creo que ilustrativa:
El Londres de 1851 resplandecía ante el mundo como una joya. Y engastado en ella, como un diamante de 300.000 facetas, estaba el Cristal Palace.
Se estaba celebrando la que sería la primera Exposición Universal, y una nueva era parecía abrirse ante los ojos fascinados de la humanidad. La ciencia, la tecnología, la industria y el arte exponían sus maravillas, y mostraban cómo sería el mundo del futuro.
Un futuro resplandeciente, movido por la fuerza irresistible del vapor, donde el hombre ya no sería esclavo del trabajo. Las máquinas servirían a la humanidad, que podría dedicar sus esfuerzos a la ciencia, la cultura y el arte. Un futuro ilustrado, de paz y belleza universal.
La tecnología nos haría libres.
Pero el camino de la revolución industrial fué otro. Las máquinas, en vez de liberar del trabajo, llevaron a los hombres al paro y la misera. En vez de hacer nacer una generación de artistas y sabios, crearon un lumpen de misera embrutecida. Algunos decía que sería una reacción temporal y que, cuando pasase, todo sería mucho mejor. Aún tenían esperanzas. Tenían fé en la máquina.
Pero todos los sueños acabaron estrepitosamente.
La primera guerra mundial (Entonces "la Gran Gerra") mostró el lado más perverso y siniestro de este sueño convertido en pesadilla. Todos los avances de la ciencia fueron puestos al servicio de la guerra. Una guerra de trincheras, barro y crueladad. Obuses, aeroplanos, gases, máquinas. Todos ellos se volcaron hacia el fín supremo de la muerte y la destrucción. Una generación fué aniquilada, física y moralmente.
Cuando terminó, se le llamó "la guerra que acabaría con todas las guerras". Su horroroso e imborrable recuerdo serviría para que nunca más permitiéramos que se repitiese algo así.
Pero, supongo, la memoria humana es frágil. La segunda guerra mundial fué aún peor. Inimaginablemente peor.
Los mayores logros de la tecnología fueron aplicados de nuevo a ella, añadiéndole la brutal eficiencia de la nueva era.
La producción en cadena, que abarata costes aumentando el rendimiento, también demostró su utilidad: Si los "bombardeos en alfombra" arrasaban una ciudad en una noche, los campos de exterminio fueron la muestra más horrorosa del asesinato masivo, planeado, sistemático y eficiente.
La bomba atómica puso un espectacular punto y final a la guerra. Y también puso en el punto de mira a los científicos: Ellos la habían diseñado. Ellos lo habían permitido.
Muchos responsabilizaron a la ciencia de todo ese horror. Y no creo que nadie pueda culparles por ello. La ciencia que nos había prometido felicidad, libertad y paz había servido para la muerte, la esclavitud y la guerra.
No. Si algo nos hace libres, no será la tecnología.
La tecnología puede realmente ayudarnos a romper nuestras cadenas, pero también puede forjar unas más pesadas.
Si algo nos hace libres, seremos nosotros mismos.
No lo olvidemos.