Hay argumentos que sólo resultan medianamente aceptables en una "conversación de bar", donde el ambiente distendido, la costumbre y, sobre todo, el alcohol, permiten cierta relajación de las exigencias de la lógica y el discurso.
También hay argumentos que, por vacuos, falsos, inanes, tramposos y faltos de sentido, desentonarían incluso en una de esas conversaciones de bar.
Por ejemplo:
Y, sin embargo, hay quien se permite decir tales gilipolleces en una conferencia.
Quede esto, al menos, como constancia de que la ignorancia y la incultura no son exclusivas de la tan vilipendiada generación de la ESO.
¡Dios santo! ¡Son casi un millar! ¿Está diciéndome que morirán todos?
El suministro eléctrico hacía minutos que había fallado, y más de la mitad de los generadores de emergencia no respondían. El director del hospital, sentado tras su amplio escritorio, trataba de pensar racionalmente en medio de todo aquel caos.
-¿El resto de pacientes han sido trasladados a áreas con suministro?
-Sí. -respondió el técnico de mantenimiento estudiando sus notas- Afortunadamente, el fallo se ha dado principalmente en los laboratorios. Un par de quirófanos se han visto afectados, pero no eran operaciones graves. Las máquinas de diálisis tienen su propio sistema de alimentación independiente. Una de las salas de observación ha fallado, pero había sitio en las otras tres y no ha habido mayores dificultades. Ha habido problemas en otras secciones, pero sólo en esa tenemos algo realmente grave. Como usted bien sabe, no podemos desplazar a esos pacientes.
El director pensaba con todas sus fuerzas. Debía haber alguna forma de reponer el suministro en esa sección, de salvar esos pacientes. Una idea cruzó su mente, iluminando su rostro.
-¿No podríamos desviar la energía desde otra sala?
-Es posible que... -El técnico comenzó a desplegar un plano sobre el escritorio. Cuando el director vio que trataba cuidadosamente de hacerse un espacio sobre la mesa, barrió toda la superficie con su brazo, arrojando al suelo una lluvia de clips, bolígrafos, pisapapeles y documentos.
- Podríamos cortar aquí y aquí -Decía el técnico mientras iba señalando puntos sobre el plano- y desde aquí traer una línea por esta pared... Habría que hacer un agujero, claro... Pero tenemos el suficiente cable si partimos de esta toma...
Mientras escuchaba, el director seguía contando los minutos mentalmente. -¡No importa la pared! ¿Puede hacerse o no?
-Sí, creo que podemos, pero eso dejaría esta otra sala sin suministro.
El director miró el lugar que señalaba. -¡Pero eso son las incubadoras!
-Sí, me temo que no podemos hacerlo desde otro sitio.
-¿Podríamos conectar esas seis incubadoras en algún otro lugar?
-Imposible. Están fijas y son demasiado grandes. Ese modelo no puede desplazarse.
-Hay media docena de niños allí ¡Morirán!
La voz del técnico temblaba cuando respondió -Señor, yo no puedo hacer nada más. Bien sabe Dios que no quiero esa responsabilidad. La decisión está en sus manos.
Demasiado a menudo, un director de hospital tiene que tomar decisiones duras, que marcan la línea entre la vida y la muerte. Pero ahora eran niños. Seis niños prematuros que morirían si desviaban el suministro. Pero, si no lo hacían, serían muchos cientos, casi un millar de vidas inocentes.
-Está bien. Háganlo.
Cuando el técnico salió, el director se derrumbó sobre su escritorio. Sabía que había tomado la decisión correcta: Seis vidas a cambio de casi un millar. Pero también sabía que la culpa que sentía ahora no le abandonaría jamás.
Cuando le informaron de que habían efectuado la conexión, y como una especie de acto de expiación, se obligó a sí mismo a bajar a la sala de incubadoras, a acompañar a aquellos niños en sus últimos minutos.
Se deshizo de las enfermeras que trataban inútilmente de ayudar en algo y entró solo.
La sala estaba completamente a oscuras. Algunos de los niños que tenían suficientes fuerzas habían comenzado a llorar, arrastrando a otros a acompañarles en un coro demencial.
El director permanecía allí, entre ellos, llorando con ellos.
Esperó mientras los llantos de los niños se iban acallando en un silencio de muerte, hasta que sólo se escuchaba el suyo, y salió.
Probablemente está sería la decisión más dura de toda su vida, pero sabía que había hecho lo correcto.
Secándose las lágrimas, caminó hasta la sala de al lado, huyendo de la visión de la muerte y buscando ánimos en las vidas que había salvado.
Cuando entró, sus dudas desaparecieron como por ensalmo al contemplar su obra.
Frente a él, y gracias a la energía sustraída a las incubadoras, un frigorífico mantenía con vida casi un millar de óvulos fecundados. Casi un millar de inocentes salvados por el sacrificio de sólo seis.
Casi un millar de vidas.
Sólo una nota rápida, que ando un poco liadete:
Me entero por el pez que hoy es el día de Ada Lovelace (celebración no oficial, claro).
Como, personalmente, le tengo cierto cariño al personaje y a lo que significa, me apunto las celebraciones y me tomaré algo a su salud hoy.
...se podría decir de muchas maneras...
...el sol está cruzando el ecuador celeste.
...un plano imaginario que corte la tierra por el ecuador también cortará el sol (aunque no por su propio ecuador).
...estamos en el equinoccio de primavera.
...el sol acaba de entrar en la casa de aries.
...acaba de llegar la primavera.
Hala, a disfrutarla.
El otro día, en "¿Seguir pagando la hipoteca?", fernand0 reunía una serie de referencias (de los USA) en las que la respuesta tendía a ser "no".
La idea (muy resumida) viene a ser que, ya que el banco te va a embargar de todos modos, mejor es dejar de pagar directamente, y aprovechar el dinero en otros menesteres.
Añadía fernand0, muy razonablemente, que las cosas por aquí funcionan de manera algo distinta, y puede que no sea aplicable (para más detalles te remito al enlace de arriba).
Pero el caso es que, por aquí, y dependiendo de las circunstancias concretas de cada uno, es posible que también lo más racional sea dejar de pagar la hipoteca. O, como mínimo, adelantarse al banco e intentar vender uno mismo antes, para así salvar lo que se pueda. O algo parecido.
Lo que pasa es que las personas, a menudo, tendemos a ser bastante menos racionales que eso.
Verás: Compré la casa donde vivo a una inmobiliaria que, por lo visto, la había conseguido a buen precio del embargo de un banco. La primera vez que fui a verla aún tenía todos los muebles, los cuadros, los objetos decorativos, la ropa en los armarios. Había incluso platos en la mesa. lo único extraño que se notaba era la marca en la pared donde había estado colgada la jaula de un pájaro.
Había ido a ver un piso para vivir en él, pero yo me sentía un invasor en casa de otro.
Un día llegó un tipo con una orden, sacó a esa gente y su jaula para pájaros de su casa, y cambió la cerradura. Los platos quedaron en la mesa.
En una situación así te preguntas muchas cosas (aparte de si es moral comprar una casa obtenida en esas condiciones): ¿Cómo llegaron a eso? ¿Cómo no actuaron racionalmente y vendieron ellos la casa antes de que el banco se la quitara?
No conozco, evidentemente, las circunstancias reales de esas personas (y hay realmente muchas posibles opciones), pero puedo aportar una idea:
A menudo, las personas no somos demasiado racionales.
El típico tipo que compra un piso como inversión, por ejemplo, puede ser más listo o más tonto, hará mejor o peor negocio, pero está en disposición de actuar racionalmente.
Después de todo, para él ese piso es una especie de cheque (pero en sólido): es intercambiable por dinero de curso legal. Si vienen "vacas flacas" venderá o nó en función de la rentabilidad que le vea al negocio. Simplemente está cambiando una clase de moneda por otra clase de moneda.
Pero hay gente que compra ese mismo piso como vivienda. Y las "viviendas" tienen una tendencia irrefrenable a convertirse en "hogares".
Ves películas en el sofá, o crías hijos allí, o tropiezas con la puerta que se atranca, o viene tu familia de visita, o te echas un polvo en la cocina, o montas una fiesta sorpresa para un amigo, o encuentras bajo el armario las fotos que se perdieron...
Lloras, ríes, te asustas, disfrutas, te preocupas, recuerdas, te alegras; y haces todo eso allí, en tu hogar.
Hay gente de espíritu nómada que, al parecer, es inmune a esa sensación. Pero, en general, cuando haces todo eso, ya no puedes ser tan racional como el "inversor". Y si vienen las dichosas "vacas flacas" no eres capaz de pensar como él. Porque ya no estamos hablando de dinero.
Cuando la cosa se pone fea tratas de usar todas las armas y herramientas que tengas (y conozcas, que eso también influye mucho a veces) para conservar tu hogar. Y cuando se te acaban los recursos te agarras a la esperanza (que es tenaz, tozuda e irracional). Y cuando también se te acaba la esperanza aún te queda tu desesperación.
Y un día llega un tipo con una orden y una cerradura nueva, y tú tienes que irte con tu jaula para pájaros.
Puede que no sea una actitud racional, pero yo diría que es bastante humana.