Mes: 3.
Día: 14.
Hora: 1.
Minuto: 59.
Segundo: 26.
...
¿3.1415926...?
¡Feliz día de Pi!
Era una mesa en una taberna en un puerto, cerca del lugar que luego se llamaría Constantinopla.
El viento y la lluvia habían golpeado el bósforo todo el día, barcos de todas partes se habían refugiado en el puerto, y marinos de todos los países se habían refugiado en la taberna.
A veces, en ciertos lugares, cuando el atardecer cae, en el límite entre el día y la noche, en la frontera entre dos mares, es tiempo propicio para que mundos distintos se encuentren.
Quizás fue por eso por lo que, en aquella mesa en una taberna en un puerto, cerca del lugar que luego se llamaría Constantinopla, se encontraron los tres hombres.
Los tres eran marinos que habían explorado tierras desconocidas, habían conocido gentes extrañas, y se habían enfrentado a maravillas indescriptibles. Los tres, también, se hallaban lejos de sus hogares, sus amigos, sus familias.
Hablaron largamente esa noche; y bebieron, y rieron y brindaron, y lloraron.
Y a la mañana siguiente se abrazaron, se besaron, se despidieron, y partieron; sabiendo que jamás volverían a verse.
Y, mientras sus respectivas naves cortaban las olas en busca de tierras desconocidas, gentes extrañas y maravillas indescriptibles, cada uno de ellos meditaba sobre el encuentro de esa noche.
El primero de ellos, mientras sus compañeros recogían los remos y extendían las velas, musitaba para sí mismo: "En cierto modo, creo que todos los hombres somos, en realidad, el mismo hombre; y que todos los viajes son también el mismo viaje".
Otro le dijo a su timonel y confidente: "Esta noche, hablando con esos dos desconocidos, he aprendido más de mí mismo que durante todos mis viajes".
El tercero habló al mar y al viento, en pié a la proa de su barco: "El hombre que ha mirado a los ojos de otro y se ha visto a sí mismo, ha llegado más allá de lo podría navegar hasta borde del mundo".
Sus historias no lo cuentan, pero ese fue el día en que Jasón, Simbad y Ulises decidieron que era hora de regresar a casa.
Directores, actores, productores y todos los que viven del cine en España se quejan del daño que les están haciendo las redes P2P. Y que habría que hacer algo.
Y tienen razón.
Pones el emule e intentas bajarte una película española (Y hablo de pelis de primera línea como, por ejemplo, "Camino") y apenas hay fuentes. Y las que hay, son "fakes" con contenido pornográfico que, para más daño, tampoco es de producción nacional.
Mientras que las películas americanas están disponibles desde antes incluso de que se estrenen, no hay manera de bajarse cine español medianamente actual.
El mundo del cine español debería organizar un comité que se dedicase a subir películas nacionales, y a avisar etiquetando correctamente los fakes que hay en las redes P2P.
A este paso, las producciones extranjeras acabarán eclipsando nuestro cine.
Mientras se deciden a hacer algo, propongo una tarea colectiva y social: ¡Salva el cine español! ¡Pon a compartir películas nacionales!
Esta tarde, después del proverbial documental de la 2 (Supongo que por lo del año de Darwin, están poniendo una serie sobre las galápagos que no está mal), empezaba un programa sobre Pirena 2009, que algo así como una competición de trineos de perros.
El caso es que el programita este tiene como sintonía la enésima versión del Canon de Pachelbel; esta vez un tanto folk, a base de gaitas y esas cosas.
Y no he podido no acordarme de este vídeo:
Tiene su parte de verdad...