En realidad, no detesto el invierno tanto como pudiera parecer, aunque es cierto que el cielo gris me deprime y la lluvia me pone melancólico.
Sostengo la teoría de que, puesto que todos somos hijos de las praderas africanas, nacimos para disfrutar de las caricias del sol. En cierto modo, las nubes nos arrancan una parte de nuestras raices.
En cualquier caso, lo que detesto de verdad es sentir el invierno dentro, y eso es algo que puede ocurrirme en pleno agosto.
Lo bueno de los inviernos es que en algún momento terminan, y llega la primavera.
Lo malo es que siempre acaban regresando, porque la primavera también es transitoria.
Recuerdo haber leido un cuento en el que un rey pedía a sus sabios un objeto que fuera capaz de hacerle feliz cuando estuviera triste, y triste cuando fuera feliz.
El cuento decía que los sabios le mostraron un anillo que tenía grabada la inscripción "Esto también pasará".
Es algo parecido.
Todo esto viene a que anoche hacía frío, una fina lluvia pinchaba la piel, y la brisa arrastraba el vapor del aliento.
Pero no era invierno.
En relidad, hoy quería contar una curiosa historia de microorganismos, contaminación y evolución. Pero, lo siento, hoy no tengo cuerpo de biología. Y sí, ya sé me pongo muy aburrido cuando me dá el día metafísico.
Poner en un blog (así por las buenas, sin venir a cuento) la letra de una canción, es algo que siempre queda bonito y dá una elegante imagen de afectado romanticismo.
Además, se lo debo al Ultimo de la fila: El nombre de la sección "Retazos de una vida" de este blog es un descarado plagio del sexto verso de su canción Insurrección:
¿Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité?
Nadie es mejor que nadie pero tu creíste vencer.
Si lloré ante tu puerta de nada sirvió.
Barras de bar, vertederos de amor...
Os enseñé mi trocito peor.
Retales de mi vida,
fotos a contraluz.
Me siento hoy como un halcón
herido por las flechas de la incertidumbre.
Me corto el pelo una y otra vez.
Me quiero defender.
Dame mi alma y déjame en paz.
Quiero intentar no volver a caer.
Pequeñas tretas para continuar en la brecha.
Me siento hoy como un halcón
llamado a las filas de la insurrección.
Que son los que tiene esta mariquita (Coccinella septempunctata) que he tenido la suerte de capturar (fotográficamente) hoy.
Es la primera mariquita del año y, no sé desde cuando, eso es algo que me llama la atención. Supongo que porque es un insecto que destaca mucho.
Sé que aún es muy pronto, pero el ver la primera del año me dá la sensación de una especie de promesa. Es como si el mundo dijera "El invierno acabará. Y habrá otra primavera".
Aún falta un par de meses hasta entonces, pero esta mariquita ya anda bastante ajetreada: Tiene que encontrar una pareja, poner sus huevos, y que estos se desarrollen y nazcan sus larvas justo a tiempo para que haya un ejército de deliciosos áfidos que comer.
La mariquita es un bicho curioso. Es un terrible depredador, extendido por casi todo el mundo. Tiene unas terroríficas mandíbulas y una poderosa coraza que proteje su cuerpo y sus grandes alas (que se pliegan delicadamente bajo esta). De todas formas, es muy mala voladora: Su forma corporal y la de sus élitros están más orientadas a la protección que al vuelo.
A ella le deseo suerte, no debe ser fácil ser una mariquita urbana.
Para mí, me quedo con mi primera impresión:
El invierno acabará. Y habrá otra primavera.
Es curioso. Los amigos a los que veo físicamente y que también tienen blogs (Campanilla, Arkangel, Bussy y Xanatos) estamos comenzando a adoptar una extraña costumbre, que es la que da título a este post.
A saber: Cuando sentimos necesidad de amenazarnos, acusarnos o lo que sea, decimos ¡A mi Blog vas!. Algo parecido a cuando, en el colegio, decías ¡A la Seño vas!. El caso es que no sé si esto es bueno, malo, o ni-lo-uno-ni-lo-otro, pero ahí queda eso.
Otro tema relacionado es el de, al menos a mí, me empieza a resultar dificil hacer o pensar algo sin que me plantee si voy a escribir sobre ello aquí.
Afortunadamente, No escribo la gran mayoría de esas cosas. Y, lo confieso, no llego a publicar muchas de las que escribo.
De todos modos, yo ya era un tipo raro antes de tener un blog.
Y más cosas curiosas. Resulta que hoy he descubierto que Circe (que es alguien que, de vez en cuando, honra este blog con sus agradables comentarios) tiene el suyo propio desde hace casi un mes.
La sensación es parecida a cuando descubres que esa persona con la que te cruzas en el autobús vive en la puerta de al lado.
A partir de ahora tiene un lugar asignado en la barrita de la izquierda de esta página.
Supongo que ahora Circe entra en la extraña categoría de los "Vecinos de Blog". Es esta una expresión que muchos (incluido yo) usamos, y yo no tengo demasiado claro lo que significa. Si, en Internet, "Todo está a un click de ratón". ¿Que demonios significa eso de vecinos?
Creo que JJ Merelo podría explicarlo en térninos de nodos de redes y esas cosas. Quizás se lo sugiera en algún comentario...
Acabo de caer en otro detalle: Ya no se trata de que piense en si debería decir algo en mi blog. Ahora incluso me planteo quién debería comentar ese algo en su blog.
Creo que necesito una cura de desintoxicación.
Este fín de semana lo pasaré con un grupo de buenos amigos alejado de cualquier ordenador, en un lugar donde ni tan siquiera llega la telefonía inalámbrica. Puede que sea una buena oportunidad para desengancharme de esta especie de adicción.
Si consigo dejar mi blogomanía, te lo comentaré en un artículo.
Debe ser por que estamos a finales de año y que eso nos hace más conscientes del paso del tiempo, pero parece que en estas fechas las horas son más tangibles, los días tienen más peso y los años son mucho más reales.
Digo esto porque el otro día padecí un ataque de pasado mientras estaba en el bar "La Marisma", esperando a V.
Esperar a V. es una ocupación bastante extendida entre mi grupo de amigos. No es que nos complazca especialmente (antes al contrario, personalmente detesto esperar a nadie), lo que ocurre es que V. parece disfrutar llegando tarde.
Como te decía: Mientras esperaba estudiando el paisanaje congregado en el bar, alguien se me acercó y me saludó. Era un viejo conocido que hacía años que no veía. Tras intercambiar saludos y los consabidos "¿qué ha sido de tu vida en estos años?", nos dimos cuenta para nuestro desasosiego que esos años habían abierto una brecha infranqueable: Simplemente, ya no teníamos ninguna referencia común. Eramos un par de extraños, de modo que, algo incómodos, nos despedimos con un par de frases asepticas y nos alejamos.
El caso es que más tarde, mientras seguía esperando, me encontré con otras cuatro personas que, en un momento u otro del pasado, habían tenido algo que ver conmigo. Hablé con alguna de ellas, saludé a otras y hubo a quién ni siquiera me acerqué.
Aunque parezca un lugar común: Joder. Como pasa el tiempo.
Y, siguiendo (más o menos) con el tema, ayer me sorprendí, sin ninguna razón concreta, recordando a Susana.
Con tu habitual agudeza, te habrás dado cuenta de que este es el primer nombre (salvando a aquellos que tienen web, blog y similares) que aparece completo, y no como una inicial.
Esta excepción es debida a que la tal Susana está tan absolutamente fuera de mi vida, que no hay posibilidad alguna de que traicione ninguna intimidad en absoluto. Al día de hoy, ella es solo ese nombre.
Verás: En la época en que yo era un adolescente estúpido, espinilloso y hormonalmente inestable, me enamoré perdidamente de Susana.
Ok. Con total seguridad fué algo "nada serio", el clásico enamoramiento infantil, pero eso a mí no me lo hacía menos auténtico.
El caso es que yo jamás le dije nada. Respiraba su perfume en el aire, adoraba una foto robada, escribía horripilantes poesías de amor y me sentía el protagonista de una tragedia romántica.
Si ella guarda algún recuerdo de mí (cosa bastante poco probable), será algo así como "El chaval aquel que andaba por allí".
Vale, tienes razón: Resulta bastante ridículo.
Dicen que si no actúas conforme a un sentimiento, es que este no era auténtico.
Seguramente es verdad, pero ayer me sorprendí, sin ninguna razón concreta, recordando a Susana.
Y me gustó lo que sentí.