¿Te cuento algo curioso?
Soy incapaz de afirmar si las aspirinas me hacen efecto o no.
¿Como sabe la gente que las asprinsa van bién para el dolor de cabeza? ¿Cómo lo saben los médicos?
Voy a intentar explicartelo:
Afortunadamente no suele dolerme la cabeza y, cuando lo hace, el dolor no suele durar mucho.
De modo que, visto esto, supongamos que en un momento determinado me duele la cabeza y decido tomar una aspirina. Supongamos también que, tras un tiempo indeterminado, el dolor desaparece.
¿Ha sido la aspirina la que me ha librado del dolor?
¿Habría tardado más en desaparecer sin ella? ¿O quizás menos?
Para tener una opinión medianamente fundada, debería doloerme la cabeza bastante a menudo (cosa que, por fortuna, no ocurre). Podría entonces tomar notas de los tiempos que me duran los dolores con y sin aspirinas, y sacar una estadística.
Vale. Ahora estarás pensando algo así como "¿Sacar una estadística? ¡El Psicobyte este es un friki de cuidado!".
Bueno, ten en cuenta que estamos hablando de una opinión medianamente fundada. No hay que olvidar la increíble capacidad humana para buscar patrones y regularidades incluso donde no los hay. Yo podría, llevado inconscientemente por mis prejuicios, tener la impresión de que con las aspirinas el dolor me dura menos (o más), aunque esto fuese falso.
Pero la cosa no acaba aquí. Todavía haciendo una detallada estadística cabe la posibilidad de que me engañe a mí mismo, introduciendo insconscientemente un sesgo en los datos.
Supón que yo miro el reloj una vez cuando empieza a dolerme la cabeza, y otra cuando termina, y anoto los resultados en una tabla, junto con los datos de si he tomado aspirina o nó etc. Nada más imparcial que esto. ¿No?
La vida, en la práctica, siempre es más complicada que la teoría. Los dolores de cabeza no empiezan repentinamente, ni acaban de pronto. Ni mirar un reloj es tan aséptico (¿Las doce menos unos segundos? ¿O las doce y unos segundos?).
Yo podría, de nuevo incoscientemente, tender a "alargar" o a "acortar" los tiempos según mis prejuicios.
Para evitar esto se podrían hacer muchas cosas. Por ejemplo, debería decidir si tomar aspirina o nó despues de anotar la hora y, además decidirlo al azar (tirando una moneda, por ejemplo). Pero mucho mejor sería que, además de esto, la hora la anotase siempre otra persona, y que esta persona no supiese si he tomado aspirina o nó (Para así no reemplazar sus prejuicios por los míos).
Para que ya fuese perfecto, y evitar cualquier posibilidad de sesgo, los cálculos los debería hacer otra persona distinta a la que tomó los datos, y debería hacerlo sin saber a qué se correspondían estos datos (Por ejemplo, al calcular los promedios de tiempos de las veces que tomé pastilla y las veces que no la tomé, el solo sabría que estaba calculando promedios de de "Casos X" y "Casos Y", y sólo despues de obtener los resultados miraríamos con qué se correspondía cada tipo de caso).
Pensarás que esto ya resulta casi paranoico, pero si hemos decidido que queremos evitar cualquier error inconsciente, debemos apechugar con las consecuencias.
Bueno. Supongamos que he hecho mi estádística del efecto de las aspirinas, con todos los controles que hemos visto, y se nota que, cuando las tomo, el dolor dura menos tiempo.
¿Nos quedamos contentos con eso? ¿Nos atrevemos a decir "Las aspirinas me quitan el dolor de cabeza"?
Podríamos hacerlo, y terminar el post de una vez (quizás para tu alivio). Pero, ya que hemos llegado hasta aquí, vamos a darle un poco más de vueltas a esto.
Los médicos saben, desde hace muchos años, que el que una persona crea que se va a curar le ayuda a curarse realmente.
Según dicen, la mayoría de lo que administraban a sus pacientes los antiguos médicos de cabecera, eran inofensivas pastillas de azucar ("Tomese dos de estas al día y venga a verme la semana que viene"). El simple hecho de creer que esas pastillas te ayudarían, hacía que mejorases.
A esto se le llama "efecto placebo" y es terriblemente importante en medicina. Tanto que ha dado lugar a nontones de estudios de los que se extrae, entre otras cosas, que las "pastillas" grandes son más efectivas que las pequeñas, o que las de colores superan a las blancas.
De modo que, despues de mi estadística con las aspirinas, todavía cabe la posibilidad de que no tengan ningún efecto sobre mí, y de que todo sea cosa del efecto placebo.
Claro que podemos pensar que no nos importa. Nos interesaba saber si las aspirinas me causan efecto, no porqué lo hacen ¿Qué mas me dá si es por el efecto placebo, por sus propiedeades quimicas o por cualquier otra causa? El caso es que funcionan (o no).
Sin embargo, hay razones más que sufucientes para querer aislar el efecto placebo.
Quizás la aspirina incrementa mi dolor, pero el efecto placebo la contrarresta. Me interesaría entonces tomar otra pastilla que no fuese contraproducente, y gozar al menos de todo el efecto placebo.
O, quizás, simplemente, quiero comparar la aspirina con otro tipo de medicina, y necesito aislar sus verdaderos efectos, para saber cuál es mejor por sí misma.
O pienso deicarme en serio a esto de la farmacopea, y no puedo recetar algo cuyos efectos desconozco.
Para evitar el efecto placebo habrá que modificar un poco nuestro experimento.
Ya no seré yo mismo el que elija al azar si tomo aspirina o nó. Ahora debe ser otra persona la que lo haga sin que yo lo sepa. Si toca "con aspirina" me la dará normalmente. Pero si toca "sin aspirina" me dará otra pastilla (que debe ser, para este experimento, exatamente igual en tamaño, forma, color y sabor a la aspirina, pero sin efectos fisiológicos), sin decirme nunca si me está dando una u otra. Esta otra plastilla es lo que se llama propiamente "placebo".
De este modo, yo ya no puedo distinguir entre un caso u otro, entre la aspirina y el palcebo, y el efecto pacebo que pudiese haber se dá en ambas pastillas. Comparando los resultados de la asprina con los del placebo sí puedo saber si la aspirina tiene o nó efectos sobre mi dolor de cabeza.
La verdad es que hemos tenido que liar mucho la cosa, simplemente para saber si las aspirinas me quitan el dolor de cabeza.
Más o menos, esto es lo que tienen que montar médicos y farmaceuticos para probar un nuevo medicamento. Por supuesto ellos no lo hacen con una sola persona, como era nuestro caso. Ellos trabajan con gurpos, y dividen a sus sujetos de experimentación entre ellos al azar. A unos grupos les darán el medicamento (o aplicarán tratamiento) que sea, y a otros les darán un placebo (probablemente haya también un "grupo de control", al que no se le dé nada). Por supuesto, los pacientes no saben si se les está dando medicina o placebo.
Los investigadores, por su parte, tomarán los datos y sacarán sus estadísitcas, sin saber si están trabajando con un grupo "medicado" o un grupo "pacebo". hasta después de obtener esos resultados no comprobarán cuál es cada grupo.
Este procedimiento, en el que ni el paciente ni el investigador saben quíen está siendo tratado o nó, recibe el más que adecuado nobre de método de "doble ciego", y es requisito indispensable para cualquier investigación médica.
Sé que esto ha sido un poco largo. Espero no haberte causado un dolor de cabeza.
Si ha sido así, prueba con una aspirina. Dicen que va bién para eso.
Aunque yo todavia no estoy seguro.
Dicen que no hay peor sordo que el que no quiere oir.
A veces ocurre que hablas con alguien que sostiene opiniones totalmente ridículas y absurdas (Y no, no hablo de ser del Real Madrid o del Barça), y te ves tentado a discutir con él, a explicarle su error.
En mi opinión, mormalmente, suele ser una mala idea. Si alguien no ve lo evidente, es que no quiere ver lo evidente.
Permíteme que ilustre esto con un ejemplo.
Sitúate mentalmente en el año 1870.
Inglaterra era la mayor potencia marítima y sus barcos circunavegaban el planeta de modo regular, tarea que había facilitado bastante la reciente apertura del canal de Suez. Jules Verne hacía poco que había publicado sus 20.000 leguas de viaje submarino.
Pese a la fidelidad de los ingleses a su viejo sistema de medidas, hacía ya casi cién años que se había definido al metro como la diezmillonésima parte de un cuadrante de un meridiano de la Tierra.
Lo último que esperaría nadie razonable es que, en ese año, el periódico inglés "The Field" publicase un par de cartas en las que un hombre llamado Jonh Hampden ofrecía un premio de 500 Libras esterlinas (un buén dinero) a quén fuese capaz de demostrar que la tierra no era plana.
Sí, has leído bién.
Hampden afirmaba que la tierra era plana como una mesa, y que nadie sería capaz de demostrar lo contrario y embolsarse el premio.
Hampden no era un fanático solitario salido de ninguna parte. Contaba con el apoyo de una especie de sociedad astronómica llamada "Sociedad Universal Zetética".
En 1849, y bajo el pseudónimo de "Parallax", Samuel Birley Rowbotham había escrito un pequeño libro de dieciseis páginas titulado, al ampuloso y grandilocuente modo de la época "Zetetic Astronomy: A Description of Several Experiments which Prove that the Surface of the Sea is a Perfect Plane and that the Earth is Not a Globe!" (Astronimía Zetética: Una descripción de varios experimentos que prueban que la superficie del mar es un plano perfecto y que la tierra no es un globo!)
El panfleto que, en ediciones posteriores, crecería hasta tener casi 450 páginas, se basaba en argumentos bíblicos, teológicos y geométricos (todos ellos bastante discutibles) con los que Samuel Birley Rowbotha pretendía demostrar que la tierra no era una esfera, sino plana, con el polo norte en el centro y el "polo sur" como una inmensa barrera de hielo rodeando la tierra. Para promover esos planteamientos, fundo la "Sociedad Universal Zetética", que, con lecturas públicas de su panfleto pretendía dar a conocer a sus ideas y convencer a los incrédulos.
Podrías pensar que, dado lo ridículo de la propuesta, nadie digno de mención tomó el guante del desafío. Pero, si así hubiese sido, este post quedaría bastante deslucido.
Nada menos que Alfred Russel Wallace, el hombre que que descubrió la misma teoría de la evolución que Darwin de forma independiente, que era un más que competente geólogo, biólogo y geógrafo (En aquellos tiempos, a eso se le llamaba "Naturalista") y que había pasado años en las antípodas cuya posibilidad física negaba Hampden.
Wallace no era muy amigo de meterse en esos berengenales pero, pese a la ayuda económica que había conseguido gracias a su amigo Darwin, no era un tipo demasiado adinerado, y las 500 Libras de la apuesta le vendrían pero que muy bién.
Se había lanzado un desafío y alguien lo había aceptado. Faltaba determinar un lugar para el "duelo", pactar unas normas, y elegir unos "padrinos".
El Old Bedford River es, en ralidad, un canal artifical construído dentro de un sistema mayor para drenar una zona pantanosa de los condados de Cambridgeshire, Lincolnshire y Norfolk, al este de Inglaterra.
Su trazado recto y su cauce lento y tranquilo lo hacían perfecto para el experimento, que estaba basado en uno descrito en el libro de Samuel Birley Rowbotham, y que consistió en lo siguiente:
Sobre uno de los puentes del Old Bedford River, y a una altura cuidadosamente medida sobre la superficie del agua (13 pies y cuatro pulgadas, unos 4.06 metros) se colocaba un "blanco". A seis millas de distancia (unos 9.66 km), y a la misma altura, se situaba un telescopio apuntando a ese blanco. Justo a mitad de camino y a la misma altura estaba situada una "diana".
Como puedes ver en el precioso gráfico de arriba (creado a partir de una ilustración original del libro de Birley), si la tierra resultaba ser plana, las dos marcas y el telescopio deberían estar alineadas (y, desde este, la más cercana taparía la visión de la del puente). Si la superficie de la tierra era efectivamente curva, la diana central debería aparecer, vista desde el telescopio, más alta que la del puente.
El 5 de Marzo de 1870 se reunieron junto al Old Bedford River los caballeros John Hampden, Alfred Wallace, William Carpenter (testigo por parte de Hampden), M. W. B. Coulcher (testigo por parte de Wallace) y J. H. Walsh, editor del periódico "The Field" y árbitro acordado para el desafío.
El experimento, en la práctica, no es tan fácil como en la teoría. Para evitar susceptibilidades, hay que ser extremadamente cuidadoso en las mediciones de las alturas y posiciones de las dianas y el telescopio. Hay que tener suerte con las condiciones de visibilidad, y tener en cuenta cosas tales como la refracción de la luz causada por la atmósfera, que es notable en una distancia de seis millas, y varía según la hora del día y las condiciones atmotsféricas.
En cualquier caso, la imagen debe haber sido memorable: Cinco caballeros victorianos elegantemente vestidos, en medio de la campiña inglesa, mirando por un telescopio al horizonte y discutiendo sobre distancias, geometría y refracción.
El resultado del experiemento fué el predecible: La diana central apareciá elevada sobre la visual telescopio-puente unos cinco pies y medio (1.68 m.), dándole la razón a Wallace.
Walsh determinó que que la curvatura terrestre estaba demostrada, y entregó el dinero a Wallace, el ganador.
Si esto fuera un guión cimematográfico, la cosa acabaría más o menos aquí. Wallace se va con su premio a casa henchido de orgullo y Hampden se marcha algo cabreado (quizás mordiendo el ala de su sombrero), pero algo menos terraplanista que antes.
Pero la vida real es algo más retorcida que las películas.
Durante los años siguientes, un furioso Hampden acosaría a Wallace y su familia a través de todos los medios, incluídos los legales, acusandole de hacer trampas.
En 1976 la cosa acabó en los tribunales que, sin querer enfangarse en asuntos como la forma de la tierra o la veracidad del experimento y sus resultados, determinaron que los desafíos de ese estilo no tenían validez legal.
Pero esto no calmó a Hampden, que siguió acusando y amenazando a Wallace, y pasó varias veces por los tribunales, y por prisón, acusado por difamación.
Al parecer, Alfred Russel Wallace se arrepintió durante el resto de su vida de haber participado en el experimento del Old Bedford River.
Quizás te preguntes qué pasó con los terraplanistas.
Contra todo pronóstico Universal Zetetic Society continuó sin cambios hasta el año 1956, cuando cabió su nombre por el de International Flat Earth Society. En torno a los años ochenta (Sí: Me refiero a 1980, no es una errata) había adoptado un cartacter mucho más religioso, y alacanzó una cumbre de unos 4000 socios. Evidentemente, argumentaban que todo el proyecto espacial es una gran estafa.
Al parecer, esta sociedad aún existe.
La foto del Old Bedford River es de la Cambridge Albion Angling Society
El esquema de le experimento está montado a partir de una imagen original del libro "Zetetic Astronomy".
El dibujo de la Tierra Plana pertenece al libro "Zetetic Astronomy".
He sacado todos los datos de Internet. Esta historia se cuenta en multitid de páginas, la mayoría de ellas contradicitorias. En tanto me ha sido posible, he recurrido a las fuentes más cercanas a las originales, como el propio libro de Birley o las cartas de Wallace al periódico "The Field".
Fué el 10 de Marzo de 1876, hoy hace 130 años, en el último piso del 109 de Court street, Boston.
Thomas A. Watson estaba esperando ante un extraño aparato, realizando un experimento junto con su jefe, que se encontraba ante otro aparato igualmente extraño en la habitación contigua.
En ese momento, de la máquina que había ante él surgió una voz:
Mr. Watson, come here. I want to see you.
Alexander Graham Bell acababa de realizar la primera llamada telefónica de la historia.
Han pasado muchas cosas desde entonces: Internet, e-mail, chat, telefonía móvil, SMS, videoconferencia, wireless...
Pero todo empezó en el último piso del 109 de Court street, Boston.
Y hoy hace 130 años.
La periodista y escritora Sara Martín García ha publicado un artículo en las páginas de religión del periódico "La Razón" un artículo sobre el Diseño Inteligente que me parece interesante comentar.
No es que crea que este artículo es especialmente diferente del resto de los que se pueden encontrar sobre esta versión del creacionismo. Muy al contrario, creo que es un ejemplo bastante representativo de los argumentos que sus defensores pueden usar, y por eso quiero aprovecharlo como un ejemplo para comentar el tema en general.
Antes de empezar, como adevertencia y para que no haya confusiones: No creo que sea nada "escandalosa" la aparición de ese artículo. Se trata de una columna de religión y es de eso de lo que habla. El que también trate de hablar de ciencia y demuestre un total desconocimiento del tema me parece algo desafortunado, pero a nadie se le puede censurar por hablar de lo que no sabe (yo lo hago sitemáticamente), y Sara Martín tiene todo el derecho a hacerlo. Y este post no tiene intención de ser una crítica personal a ella, que tiene el derecho a decir lo que se le venga en gana (personalmente, la animo a hacerlo).
Tras esta pausa publicitaria, empecemos a ver el artículo de Sara Martín, que empieza así:
No todo el mundo sabe que la teoría de Evolución de Darwin es sólo eso: una teoría, y no una ley probada científicamente.
Vamos por pasos:
La "teoría de la Evolución de Darwin" es, efectivamente, "una teoría". Lo que ocurre es que el término "teoría", en ciencia, tiene un sentido muy distino que el que le damos coloquialmente.
Para el uso coloquial se puede aplicar la primera definición de la RAE, que dice:
Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación.
Pero un científico, cuando habla de una teoría, no se refiere a eso. Se refiere, más bién, a algo como lo que dá la segunda acepción del diccionario:
Serie de las leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos.
Cito de CPI, porque me parece una síntesis clara y concisa:
Cuando un científico usa la expresión "teoría",es esto lo que tiene en mente.
De modo que la "teoría de la Evolución de Darwin" no es "solo una teoría", si no "nada menos que una teoría".
Pero aún no han terminado los errores de este párrafo.
La "teoría de la Evolución de Darwin" es una teoría que intenta explicar un hecho. Y este hecho es la evolución. Hay pocos hechos más comprobados, verificados y demostrados. Las pruebas genéticas, taxonómicas, paleotológicas, químicas, incluso históricas son abrumadoras.
Los creacionistas suelen atacar la "teoría de la Evolución de Darwin" (En general con argumentos erróneos, manipulados o, más habitualmente, completamernte falsos) para, posteriormente, afirmar cosas del tipo "He rebatido la teoría, luego el hecho es falso".
Eso es algo así como decir "Einstein demostró que los cálculos de Cavendish para medir la gravedad eran incorrectos, luego la teoría de Newton es falsa, la gravedad no existe, y las cosas no caen". (Este argumento está calcado del típico argumento creacionista.)
Aunque Newton o Darwin y sus teorías respectivas hubiesen estado tremendamente equvicados, las cosas caen y las especies evolucionan.
Hay o ha habido muchas teorías que intentan explcar la evolución y, hoy día, la que ha resistido mejor cualquier escrutinio es la "teoría de la Evolución de Darwin".
Que, por otro lado, ha cambiado, se ha perfeccionado y desarrollado. Y ha dado lugar a muchas y distintas teorías que, aunque conservan el marco general (y, evidentemente, ninguna pone en duda el hecho a explicar), tratan de cargar el peso de la explicación en distintos matices. "teoría sintética", "programa adaptacionista", "teoría neutralista", "equilibrio puntuado" son solo algunos ejemplos de distintas formas de ver y explicar la evolución. Opuestas unas, complementarias otras. Porque la ciencia no es fé, está sujeta a cambio y revisión, y no pretende tener verdades absolutas.
Y frente a esta teoría que campa sin opositores en el mundo intelectual, allá por los años 80 Philip Johnson impulsó otra: la del Diseño Inteligente (ID, por sus siglas en inglés). Desde un punto de vista estrictamente científico y apoyada en la bioquímica, pretende demostrar que ciertos sistemas biológicos complejos no pueden ser explicados por la evolución de otras especies o por mutaciones fruto del azar, tal y como defiende Darwin.
El Diseño Inteligente, sin embargo, no es una teoría. Quiero decir, que ni siquera es una teoría. Efectivamente, "pretende demostrar que ciertos sistemas biológicos complejos no pueden ser explicados por la evolución de otras especies o por mutaciones fruto del azar". Pero solo lo pretende, no lo consigue.
Su base argumental es algo así como:
La no muy ardua tarea de encontrar los "agujeros" en la lógica del asunto te la dejo a tí. Sólo te apunto un detalle: Todo el argumento se basa en el desconocimiento de cómo evoluciónó alguna estructura. En una prueba negativa.
La estrucura de ejemplo más clásica es el ojo. el teólogo William Pawley se admiraba en 1802 de lo perfecto que es el ojo, para acabar afirmando que, evidentemente, tenía que tener un diseñador (que resultaba ser el diós de Paley, claro).
El argumento de Paley (o sus derivados) es el mismo que han usado desde entonces los creacionistas de todas las épocas: Si un ojo tiene que evolucionar desde algo mucho más simple ¿Qué pasa con los estados intermedios? ¿De qué sirve un ojo a medio evolucionar?
Fué el mismo Darwin el que mostró una posible ruta de ejemplo a través de ojos de animales existentes, demostrando que todos los pasos intermedios eran posibles y útiles a sus portadores.
Despues del ojo, los partidarios del diseño inteligente han ido buscando cada vez ejemplos más extraños y, a ser posible, menos conocidos, como, por ejemplo, el flagelo de algunas células o las complejas cadenas de reacciones químicas de algunos procesos biológicos. Conforme se les demostraban posibles rutas evolutivas para sus ejemplos, los creacionistas buscaban otra estructura más rara...
Pero siempre se basan en lo mismo: "No entiendo como puede ser, luego no puede ser".
De modo que el Diseño Inteligente no es una teoría científica.
Para el ID, por el contrario, detrás de estas complejidades imposibles de comprender hay un propósito definido por un "agente inteligente" o Dios.
Lo sé. Sin duda tú también te estás preguntando que de donde sacan a Diós ¿Ese diseñador no podría ser un extraterrestre? ¿o Superman? ¿o el ratoncito Perez?
Pero "el problema de permitirle a Dios un papel en la historia de la vida no es que la ciencia dejaría de existir, sino que los científicos tendrían que reconocer la existencia de algo que está fuera de las fronteras de la ciencia", explica Johnson.
No, el problema no es ese. El problema es que Johnson se está sacando a Dios de la manga. Y eso no es ciencia.
Es decir, que el ID no acepta que de la materia pueda surgir la inteligencia o el espíritu, ya que existe una "discontinuidad" evidente.
Este párrafo comienza con la expresión "Es decir", lo que hace pensar que el enunciado que le sigue se deduce de lo anterior, pero yo no veo el nexo lógico por ningún lado. La frase "que de la materia pueda surgir la inteligencia o el espíritu" suena muy molona pero, si te fijas, no tiene sentido (oviando el hecho de que mezclar "inteligencia" y "espíritu" en este contexto es absurdo). Este tipo de enunciados es mejor que los discutan los metafísicos. Y la evidencia de esa pretendida "discontinuidad" está aún por verse.
Esto repetía también uno de sus defensores, el cardenal Schönborn, el pasado 7 de julio en un artículo publicado en el diario estadounidense "New York Times" titulado "Finding design in nature" ("Descubriendo el diseño en la naturaleza") a propósito de la polémica escolar en EE UU por la inclusión o no del ID en el currículo educativo.
De lo que se deduce que el ta cardenal Schönborn tampoco sabe nada de biología.
Y es que desde que George Bush consideró públicamente que sería positivo que los estudiantes conocieran las dos versiones que explican el surgimiento de la vida en la tierra, las críticas no han dejado de arreciar sobre la llamada "alternativa al evolucionismo".
Fue el pasado 1 de agosto cuando un grupo de reporteros de Texas acudió al salón Roosevelt para mantener una entrevista. Allí, uno de los periodistas le preguntó al presidente si consideraba importante impartir ambas posturas en la escuela: "Creo que parte de la educación es exponer a la gente diferentes escuelas de pensamiento", aseguró George Bush.
Sí, has leído correctamente. George Bush (el hombre al que Diós ayudó a superar su alcoholemia) se ha mostrado varias veces a favor del diseño inteligente (aunque, en realidad, es más partidario del creacionismo bíblico), y ha dicho varias veces que la evolución es "solo una teoría" (¿te suena?).
La trampa es la misma que hemos visto antes. No son diferentes escuela de pensamiento. La evolución es ciencia. El diseño inteligente es religión (una religión muy concreta) pobremente camuflada, y no una "alternativa al evolucionismo".
Desde ese momento, en más de 20 de los 50 estados del país comenzaron los debates sobre el tema.
En realidad, los debates habían comenzado antes, y por eso el periodista preguntó a Bush.
Uno de los casos más llamativos es el de la localidad de Dover, en Pensylvania, donde una frase incluida en los planes de estudio ha acabado en los tribunales: "Los estudiantes van a ser advertidos sobre las lagunas y los problemas de la teoría de Darwin y (...) y deben ser expuestos a teorías alternativas como la del Diseño Inteligente".
A estas alturas, ya te habrás dado cuenta de la clase de gilipollez que representan este tipo de propuestas. Y, de nuevo, tenemos la trampa de las "teorías alternativas".
El tema de Dover tiene bastante más "chicha" dee lo que parece indicar nuetra periodista. Dale un vistazo al post que publicó Daurmith al respecto, que merece la pena.
Darwin también dudó. De estas lagunas descubiertas en el evolucionismo también ha advertido Santiago Collado, licenciado en Física y doctor en Filosofía de la Universidad de Navarra. Collado recuerda, además, que Darwin tampoco estaba totalmente convencido de que su teoría fuera irrebatible. De hecho, el investigador inglés reconoció en su tiempo que "si se demostrara la existencia de un órgano complejo que no pudo haber sido formado mediante numerosas y leves modificaciones sucesivas, la teoría de la evolución se desmoronaría por completo".
El que Darwin dudase o nó puede ser un tema interesante, pero Santiago Collado, de la Facultad Eclesiástica de Filosofía de la Universidad de Navarra, si realmente ha dicho lo que pone aquí, es un poco tramposo.
Darwin efectivamente dice eso en el capítulo VI del Origen de las especies , pero la frase está incompleta. Lo que Darwin dice es:
(Las negritas son mías, claro)
La eliminación de la última parte de la frase, añadido a lo de "Darwin tampoco estaba totalmente convencido", hace sospechar de cierta mala intención en la cita.
No es casualidad que el propio Charles Darwin finalizara en 1889 su mítico ensayo sobre "El origen de las especies" con un himno al Creador...
No, no es casualidad que Darwin, que abandonó una carrera eclesiática (y otra como médico) por la Historia Natural, mencione a Diós. Lo que no quiere decir (como parece sugerir nuestra periodista) que sintiese flaquear su confianza en su trabajo científico. Muy al contrario. Darwin termina el Origen de las Especies con estas hermosas palabras:
No parece que dude o se retracte de nada ¿verdad?
Por mucho que piensen algunos fanáticos religiosos, La evolución no es una "teoría atea" ni nada parecido (al menos, no más atea que la bioquímica o la física). Para la mayoría de los creyentes, Darwin no supone ningún obstáculo a su fé. El propio Darwin fué derivando con el paso del tiempo a un cierto agnosticismo (palabra que, por cierto, acuñó su amigo y azote de creacionistas Huxley) pero, en mi opinión, en ello tuvo más peso su vida personal (en especial la muerte de su hijo) que su teoría.
Por su parte, el Magisterio de la Iglesia no se opone al evolucionismo como teoría científica que es, pero sí a ciertas ideologías escondidas detrás de algunas de sus versiones más materialistas. Por eso recuerda que "no se puede excluir 'a priori' la causalidad divina en la creación: la ciencia no puede ni afirmarla, ni negarla". Esta postura fue ratificada por Benedicto XVI en su homilía del pasado 24 de abril, en la ceremonia de inicio de su Pontificado, cuando avisó que "no somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios".
La postura de la iglesia católica al respecto es religión y no ciencia, de modo que no tengo nada que decir.
Referencia de las imágenes:
Foto de Sara Martín García obtenida de su página en la editorial Voz de Papel.
Foto de Philip E. Johnson obtenida de la página de la ORU Alumni Foundation.
Foto de Santiago Collado obtenida de un reportaje fotográfico del seminario Ciencia, Razón y Fe.
¡Leches! Ayer se celebró el 197 cumpleaños de Charles Darwin. Y no lo llamé para felicitarlo. Ni siquiera escribí nada por aquí, que es lo menos que se merecía la ocasión (También es cierto que era domingo, y los domingos no hay post, que son para el asueto).
Me he enterado (aunque tarde) en el blog de pjorge. También tienes el post que me hubiera gustado escribir (si yo hubiese tenido las luces necesarias, claro) en la Biblioteca de Babel.