Por un precio de salida de sólo 350$ (Que al cambio no sale tan mal), puedes tener una máscara de auténtica piel natural para emular a tu dios primigenio favorito.
Quizás es un poco calurosa para este tiempo de verano, pero puede ser una forma divertida de sorprender a tus compañeros en las largas horas de atasco.
Ia! Ia! Cthulhu R'lyeh!
Por el camino que lleva esto, harías bien en dejar de perder el tiempo en este blog e ir directamente al de Zifra.
Porque, si él se queja de ser poco original y yo le copio a él, lo mío ya debe ser de juzgado de guardia.
Pero ya he hablado alguna vez de mi trauma fundamental (pero no el único, que tengo más), que se puede resumir, como dice el Reno Renardo, en que:
Yo crecí en los ochenta y sobreviví
haciendo la grulla de Karate Kid.
Pobre generación perdida...
...cuando pasas una temporada sin Internet:
Programar en un lenguaje que no dominas sin acceso a un simple Joutú es una labor de gnomos, aunque tengas un libro del tipo "Programar con XXX en N cómodas lecciones".
Los noticiarios de todas las cadenas de televisión emiten casi exactamente las mismas noticias con, salvo pequeños matices de inclinación política, casi las mismas palabras. Además, estas no suelen cambiar durante todo el día. Por supuesto, no hay comentarios adicionales ni enlaces ampliando la información...
Entre Li y yo sumamos poco más de un millar de libros. Entre ellos no hay ni un simple diccionario. Y ni hablar de diccionarios de inglés o cualquier otro idioma.
Para ver un capítulo de una serie cualquiera en televisión, debes esperar a que sus programadores quieran emitirla. Lo mismo para las películas, ya sea en televisión o en el cine. ¡Y verlo a la hora que ellos quieran!
Nunca tienes un mapa de carreteras o un callejero a mano cuando lo necesitas.
¡Joder! ¡Cuanto spam puede llegar a acumular un blog!
La cerveza fresquita en terracita sigue siendo (incluso sin Internet) lo más cercano al paraíso en la Tierra.
El primer día, hermanos míos, estábamos juntos los cinco hijos de este relato que es a la vez nuestro padre, nuestro hogar y nuestra creación. Como suele ser habitual, también nos acompañaba la mayoría de nuestros hermanos sin voz, que necesitan de nosotros para poder hablar. Pero eso no iba a durar así demasiado tiempo, porque un cruel ladrón, un asesino, actuaría en nuestro perjuicio durante los cinco días siguientes.
Al amanecer el día posterior nadie (ni vosotros, ni yo, ni los veintidós silenciosos) notó el rapto del primer hermano. Triste es decirlo, pero la desaparición de la primera voz (del primer sonido, digamos) nos pasó completamente desapercibida. El golpe innoble, artero y silencioso se realizó en el salón, ante los ojos de todos. Al principio estaba ahí y, de repente, había desaparecido, ya no estaba entre los presentes y nadie vio como pasó. No es extraño, si él siempre había sido bastante discreto, tan callado a veces (sobre todo, si estaba acompañado por otros de vosotros). Tras ese zarpazo inesperado, ese latrocinio asesino y traidor, el relato perdió la primera voz y (lo peor de todo) casi no lo notamos.
Pero en el tercer sol sí se notó entre nosotros, en el texto incompleto donde en este momento solo vivimos tres sonidos, el horrible silencio de los dos hijos perdidos de entre los presentes. Perdidos, sí, por el triste y horrendo robo de ese envilecido y misterioso enemigo desconocido. Y ese silencio nos hizo prever, escondidos, encogidos de miedo e indefensión (o, mejor dicho, de simple terror y desespero) en el rincón menos visible del dormitorio, el destino siniestro de los tres estremecidos presentes.
Otro sol y otro sibilino robo (y no lo vimos). Somos sólo dos los hijos con voz vivos, con los ojos rojizos y fríos por no dormir y los rostros sombríos y rígidos por no vivir ni morir. Y no oímos otros sonidos sino los sordos gritos dichos con horror por nosotros mismos.
Y otro torvo y horroroso robo, y solo yo con voz. Y solo por hoy...
¿Y?