Hay argumentos que sólo resultan medianamente aceptables en una "conversación de bar", donde el ambiente distendido, la costumbre y, sobre todo, el alcohol, permiten cierta relajación de las exigencias de la lógica y el discurso.
También hay argumentos que, por vacuos, falsos, inanes, tramposos y faltos de sentido, desentonarían incluso en una de esas conversaciones de bar.
Por ejemplo:
Y, sin embargo, hay quien se permite decir tales gilipolleces en una conferencia.
Quede esto, al menos, como constancia de que la ignorancia y la incultura no son exclusivas de la tan vilipendiada generación de la ESO.