Por medio de este post, rechazadas las hordas extraterrestres, finaliza la invasión de este blog (al menos, en la página principal).
Los prisioneros serán tratados con humanidad (o alienigenidad, según convenga) conforme a las normas interplanetarias, mientras se articulan los medios diplomáticos y logísticos para su pronta repatriación (replanetización). Esperemos que este blog nunca tenga que vivir otra guerra como esta.
Va a ser difícil olvidar estos días: Ecos de esta épica batalla galáctica sacudieron incluso a planetas tan lejanos como el Planet Granada que, como puedes ver en la captura de pantalla de abajo (o en su versión ampliada), hubo de ver cómo era atacado po todo un cuerpo de Invasores del Espacio salidos de este blog (mis disculpas a JJ).
Han sido momentos difíciles. Es hora de pasar página.
Mi abuela tiene una pescadilla entre manos. La ha abierto por la mitad y cuelgan las huevas. Las repasa con los dedos y comenta, refiriéndose a los huevos de pez nonato:
-Aquí están los angelicos...
Recortado de El Atún Semanal >> Angelicos
A través de Sexoteric descubro una curiosidad con aspecto oficial llamada Airplane Sex Guide. He subido alguna vez en un avión y no recuerdo haber visto ese prospecto pero, sin duda, es bastante más tranqulizador que esos otros que te indican qué hacer en caso de tragedia aérea.
Si esto no fuera suficiente, el encontrar también un manual de posturas sexuales para el espacio (para practicar en caída libre, se entiende) me confirma lo que ya todos sospechábamos desde la "Verbena de la Paloma":
Hoy las ciencias adelantan una barbaridad
Hoy es domingo. Y los domingos no hay posts, que son para el asueto.
(La chica de arriba es obra de Roberto Baldazzini)
Jean-Claude entró en casa serio y cabizbajo. Miró el abrigo colgado en el perchero y asumió lo inevitable: Su esposa ya había llegado y le esperaba. Jean-Claude sabía que este no iba a ser un buén día.
Al llegar al salón se encontró con ella. Con los brazos cruzados sobre el pecho, el gesto serio y la mirada dura, le obserbaba en silencio. Jean-Claude no dijo nada. Se sentía avergonzado y no se atrevía a alzar la vista de sus propios pies. tras una eternidad de silencio, en la que sólo podía escuchar su porpia respiración y los latidos de su corazón, la voz de su mujer le pareció chillona y extrañamente fuera de lugar, aunque en realidas solo susurró.
-Has vuelto a hacerlo- No era una pregunta.
-Sí, lo siento- Intetó justificarse. -No he podido evitarlo. Sabes que intento resistirme. El médico dijo que debíamos solucionar esto poco a poco...
-¡El médico! - Tronó ella -¿Y que sabrá ese estúpido loquero lo que estamos pasando? ¿Que sabrá de lo que sufre tu familia? ¿Es que quieres acabar con tus hijos?- Afortuandamente, los niños nunca estaban cuando tenían estas discusiones.
-¿Donde están los niños?- Jean-Claude tenía la infundada esperanza de que hoy estuviesen con su abuela.
-Están arriba. Hoy han llegado llorando del colegio. Sus compañeros no quieren saber nada de ellos, les insultan e incluso hoy han llegado a tirarles cosas. Sus propios profesores les odian. Y todo por tu culpa.- Ella, siempre tan fuerte, siempre tan dura, comenzaba a desmoronarse. Estaba llorando.
-Pero ¡Amor mío!- No soportaba verla llorar. -Sabes que lo estoy intentando con todas mis fuerzas ¡Este año sólo me ha ocurrido cinco veces!
-Me he enterado mientras estaba en el supermercado- Ella continuó hablando sin escucharle. -Algunas personas habían escuchado la noticia, y comenzaron a cuchichear al verme. Una mujer se puso a gritarme obscenidades en la cara y tuve que huír de ella. La cajera escupió al verme pasar. Todos nos desprecian por lo que tú haces. Tu madre hace meses que no nos llama. Nos avergüenzas a todos.
-Te lo juro, cariño, esta vez es cierto, no volverá a pasar, no lo haré más- Mintió Jean-Claude.
-Eso dices siempre. Eso dijiste cada una de las veces anteriores. Pero no es cierto. Eres un viejo pervertido y disfrutas arrastrando por el fango el honor de los tuyos. No tienes dignidad, y no puedes resistirte. Ya no eres el hombre con el que me casé. ¿No ves lo que nos estás haciendo?
Jean-Claude abrazó a su esposa, intentando acallar su llanto.
-No te preocupes amor: Me curaré. Te prometo que me curaré.
Pero sabía que no era cierto. Cada vez que lo hacía, justo despues de hacerlo, se sentía sucio y avergonzado. Y cada vez se prometía que no se repetiría, que la próxima vez sería más fuerte. Pero, cada vez, el impulso regresaba desde algún siniestro rincón de su subsconciente, el deseo se hacía más fuerte, la tentación más acuciante, la necesidad más irresistible.
Y él trataba de resistirse, intentaba no ceder al vicio. Pero, pese a su esfuerzo, y pese su familia, y pese a toda la palabrería de su psiquiatra, al final sus perversiones le dominaban y, presa otra vez de la culpa y el autodesprecio, Jean-Claude Trichet volvía a subir los tipos de interés.
Dedicado al tipo que nos sube el Euribor.