Hace dos días que terminaron mis vacaciones. Pero, entre la "depresión post-vacacional", el periodo de re-adaptación y essas cosas, todavía no he tenido tiempo de ponerme al día con esto del bloguerío.
Pero es que, además, uno viene con miedo, y ya no sabe si arriesgarse a escribir nada o mejor estarse calladito. Que no está el horno para bollos, y opinar se está convirtiendo en un deporte de riesgo.
Por si las moscas, y para evitarme posibles problemas, voy a poner por aquí unas solemnes declaraciones que, espero, tranquilicen a cualquier posible lector ocasional ofendible:
Los musulmanes son una gente estupenda, Mahoma es un profeta chachi, y nunca se me ha ocurrido pensar que fuesen mínimamente agresivos.
Como contrapartida, tampoco creo que Ratzinger tenga el tacto y la diplomacia de un buldozer. Y, por supuesto, no pienso que cancelar una ópera de Mozart por miedo a ofender a nadie sea una solemne estupidez.
Nunca he estado en Torrelavega, pero estoy convencido de que las damas del lugar son hermosas como Helena de Troya recién salida de la peluquería. Lo cual no quita que tampoco sea de la opinión de que el Torbe es un impresentable de cuidado (aunque viva, bastante bién, parece, de ser un impresentable).
Ahora ya me quedo algo más tranquilo.
Aunque, tal como está el mundo, uno no sabe si arriesgarse a opinar, con lo peligroso que es eso, o dejarlo definitivamente.