Si ayer pasé la mitad de la noche hablando de teología...
Si esta mañana he llegado tarde al trabajo...
Si, cuando he llegado, mi cara parecía la de un cadaver con indigestión...
Si llevo una hora atrancado en la misma línea de código...
Si apenas puedo concentrarme para escribir este párrafo...
Entonces, la cosa algodonosa que se mueve en mi cabeza debe ser, otra vez, resaca.
Que conste que la culpa no es mía: Solo soy una pobre víctima arrastrada por las circunstancias. Más o menos.
El caso es que no bebí tanto. Desde que dejé las copas y me pasé a la dieta exclusiva de cerveza, parece que aguanto menos los efectos de la formulilla CH3-CH2-OH. Habrá que moderarse.
Y ¿Sabes? La conversación de anoche (salvando la parte teológica) mereció la pena.
La música que hace la gente de La Mundial parece bastante adecuada para mi delicado estado neuronal: Una especie de ritmo funk o así, bastante relajado y sin estridencias. La cosa es no subir demasiado el volumen.
Sobre este grupo: Ya lo conocía de haberlo visto "anunciado" en Yonkis, pero no había intentado bajarme nada de ellos. La cosa es que son una gente que compone, toca, edita, y libera su música. O sea, que la regala. que te la puedes bajar sin pagar un duro.
Ok. Ya lo sé. Te puedes bajar la música de cualquiera sin pagar un duro. Pero es que los de la Mundial quieren que lo hagas.
El caso es que, el otro día, blogeando por ahí, me encontré un debate en el que se les trataba de bocazas, capullos, etc.
Y esa fué razón suficiente para que me picara la curiosidad y me bajara una cancioncilla suya. Y después me bajé las demás. Y suenan muy bién.
Y como me han gustado y me han acompañado en este difícil momento de resaca, escribo esto aquí y, además, les hago un huequecito en mis banners.
Un joven programador se dirigió a su gerente y le habló con estas palabras:
"Mi trabajo es difícil y mi sueldo pequeño.
Mis horas pasan ante el ordenador y yo sigo escribiendo código.
Los programas que escribo invaden mis pensamientos y se infiltran en mi sueños. ¡No me gusta mi trabajo!"
El gerente contempló el rostro cansado del programador y se apiadó de él, por lo que respondió:
"Tienes razón. Te daré otro empleo.
En él no tendrás que programar nunca más, y el código no inundará tu sueño.
El ordenador yacerá silencioso y alejado de tí, y tú no trabajarás con él.
Medita mis palabras y, si es tu decisión, presentate al atardecer ante mí y te llevaré a tu nuevo puesto."
La tarde llegó y el gerente esperaba tras su mesa, pero el programador no llegaba.
Anocheció, y la luna contempló al gerente que seguía esperando.
Era bién avanzada la noche mientras el gerente se disponía a marcharse, cuando vió una habitación iluminada.
Se dirigió a ella y, por la puerta entreabierta pudo ver al programador.
Estaba sentado ante su ordenador, programando.
Y sonreía mientras escribía el código.
Hsi Kuo Pai
Creo que aquellas cosas que no hacemos nos definen tanto como las que hacemos. Es decir: Que tanto unas como otras son, probablemente, igualmente determinates para nuestro futuro.
Supongo que ni siquiera es un descubrimiento mío. Pero no se puede ser original siempre.
Pero el caso es que también creo que hay algo que tiene mucho más efecto sobre nuestras vidas: Aquellas cosas que estuvimos a punto de hacer, pero nunca llegamos a cumplir.
Me explico:
Aquel beso que, a mitad de camino, se quedó en un movimiento de cabeza.
Esas palabras que murieron en los labios.
La pregunta que se atrancó en la garganta.
Aquella caricia dada al aire.
Ese no que iba a ser un si.
Todas las lágrimas disimuladas.
Los espera que murieron siendo un adiós.
Creo que todos esos momentos inacabados para siempre, cuando por un instante el universo contuvo el aliento, son los que nos definen con más profundidad.
No es, quizás, el haber tomado una u otra opción. Quizás ambas eran igual de malas.
Es ese minúsculo instante de duda, de saltar de una idea a otra, de completo desamparo ante el futuro, lo que revela la realidad del fondo de nuestro alma.
Y es, también, todo el resto de nuestra vida. Cada momento en que la traidora memoria nos recuerda aquel día:
"¿Qué habría pasado si yo...?"
Creo, también, que se podría escribir una biografía de cada uno de nosotros solo saltando entre esos momentos.
Una especie de "Biografía de lo que pudo ser y no fué".
Porque quizás esos dolorosos recuerdos de nuestra vida sean lo único real que nos ha pasado, y el resto sea mero decorado.
Y nunca sabremos si, en ese instante en el que cambiamos de opinión, tomamos la decisión correcta.
Pero siempre nos asediará la inacallable sospecha de que, en realidad, nos equivocamos.
Tiene el amigo Arkangel, en su blog, una foto que ha intitulado "La Felicidad".
Resulta sorprendente todo lo que, al ojo avisado, puede llegar a mostrar una simple fotografia como esta de la que hablo, y que reproduzco aquí abajo:
A primera vista, aquí hay tres sonrientes personas bebiendo en un bar.
Una vista aguda, y el necesario conocimiento etílico, mostrarán también que lo que beben esas personas tan sonrientes es caipiriña.
Alguien que conozca a las personas fotografiadas, podrá identificarlos como los siguientes individuos: El feo de la derecha es un servidor, y los otros dos son los que, para bién o para mal, acertada o erróneamente, considero dos de mis mejores amigos. Dado que tampoco tengo demasiados amigos, cabe decir que contarse entre los mejores no parece ser algo muy meritorio. Pero también hay que añadir que no está claro si esto es un merito que tienen, o una cruz que les ha caido.
Lo que es ya más dificl de ver es que el local en el que se encuentran tomando caipirinhas es el "O Curruncho" y que, si sales por la puerta que está fuera de foco, te encontrarás en una estrecha calle llamada "entremuros", en un barrio de casas de piedra, no muy lejos de la Plaza del Obradoiro, en una ciudad llamada Santiago de Compostela.
Y si sigues alejando el zoom imaginario, verás que la ciudad de viejas piedras está rodeada de campos verdes, aldeas minúsculas y densos bosques. Y que algunos de esos campos, aldeas y bosques están atravesados por un camino a veces fascinante y a veces agotador, a veces alegre y otras... no tanto
Y todo eso sale en esta foto.
Pero hay más.
Porque si en lugar de mirar la foto hacia fuera, lo haces hacia dentro, verás lo que yo creo que problablemente ha visto el amigo Arkangel.
Y esta es mi apostilla al escueto título de Arkangel (o, al menos, a lo que a mí me sugiere):
Que la felicidad se puede alcanzar infinidad de veces en una vida, normalente en los momento más inesperados. Aunque solo duren un instante.
Pero, supongo, es por esos instantes por los que segimos viviendo.
Te lo advierto: Voy a ser un poco capcioso con los números:
En el último censo electoral de España hay contabilizadas 34.335.611 personas, una de las cuales soy yo.
En base a ello se calcula fácilmente que, en unas elecciones generales, el "peso" de mi voto es de 0'0029 por 100.000.
Esa es la probabilidad de que mi voto individual sea determinante para el resultado de las eleciones.
La población española en 2002 era de 41.837.894 personas.
Ese mismo año hubo 5.347 muertos en accidente de tráfico.
Lo que me dá una probabilidad anual de 12'78 por 100.000 de morir en accidente de tráfico.
En resumen, la probabilidad de morir en accidente de tráfico es 4.407 veces mayor que la de que mi voto sea determinante en unas elecciones generales.
Hoy me he despertado poco democrático.
PD: Esto es estadísticamente. Claro que, estadísticamente, la ciudad del Vaticano tiene dos Papas por kilómetro cuadrado...