Ayer fué 20 de noviembre.
Esta es una fecha en la que, en España, algunos conmemoran (y muchos celebran) las muertes de Francisco Franco y Jose Antonio Primo de Rivera.
El 20 de Noviembre de 1975 murió el dictador Francisco Franco Bahamonde. Murió de viejo, que se le va a hacer.
El 20 de Noviembre de 1936 fué fusilado Jose Antonio Primo de Rivera, hijo de otro de nuestros dictadores nacionales, y fundador de la Falange.
Pero no son estos los muertos que quisiera recordar.
Más o menos al mismo tiempo que Primo de Rivera era fusilado en Alicante, otro hombre estaba muriendo en un Madird bombardeado por los fascistas.
Había llegado a la capital dirigiendo una columna de anarquistas para colaborar en la resitencia al asedio de las tropas de Franco.
Ese hombre era Buenaventura Durruti.
Durruti era un anarquista, un soldado y un revolucionario (y, presumiblemente, aunque no he encontrado ninguna referencia, un ateo). Pero 26 años antes había muerto otro anarquista, este profundamente cristiano, pacifista y partidario de la no-violencia (fué una de las personas que más influyó, a traves de sus cartas, en el entonces joven Gandhi). Estoy hablando de Leon Tolstoy.
Tolstoy murió de una neumonía en una estación de tren. Se encontraba allí en plena huída de su vida de propietario, de rico escritor. Quería vivir una vida sencilla basada en sus pricipios éticos y religiosos. En cierto modo, el viejo León murió de un ataque de coherencia.
Durruti y Tolstoy, el Revolucionario y el Pacifista.
Para todos los 20 de Noviembre, estos son los hombres que prefiero recordar.
P.D: Ya que estamos con las efemérides: Tal día como hoy de 1694, nació un tal François Marie Arouet, que más tarde sería conocido conocido como Voltaire.
En realidad, esto lo escribí ayer, pero no he podido ponerlo hasta ahora...
Hoy he recuperado mi identidad.
Es que la había perdido.
En cierto modo, me había perdido a mí mismo.
Bueno, en realidad, lo que había perdido ha sido la cartera.
La cartera y, obviamente, su contenido. Lo que incluye mi DNI, la tarjeta del banco, permiso de conducir...
Y no podía ir al banco a sacar MI dinero, ni votar en las elecciones sindicales (que tampoco quería votar, dicho sea de paso), ni hacer nada para lo que se requiriese demostrar mi dientidad.
Porque no tenía identidad.
Y me preguntó el cajero del banco -"¿Cómo puede demostrar que usted es usted?". ¿Demostrarselo? ¡Pero si YO estaba ahí delante, en carne y espíritu, hablando con él!
Pero eso no vale.
Porque, por lo visto, sin los dichosos papeles, yo no soy yo.
Yo soy mi carnet de identidad.
Chungo.
Por otro lado, hoy también me he pelado.
No haría alusión a este detalle si no fuera porque el Arkangel me ha hecho una foto, y me ha advertido que la piensa poner en su blog.
Si él saca el tema, tendré que decirlo yo antes.
Además, entronca un poco, sin forzarlo demasiado, con el tema de más arriba: El mismo día que vuelvo a ser yo mismo, parezco otro.
Curioso.