Un joven programador se dirigió a su gerente y le habló con estas palabras:
"Mi trabajo es difícil y mi sueldo pequeño.
Mis horas pasan ante el ordenador y yo sigo escribiendo código.
Los programas que escribo invaden mis pensamientos y se infiltran en mi sueños. ¡No me gusta mi trabajo!"
El gerente contempló el rostro cansado del programador y se apiadó de él, por lo que respondió:
"Tienes razón. Te daré otro empleo.
En él no tendrás que programar nunca más, y el código no inundará tu sueño.
El ordenador yacerá silencioso y alejado de tí, y tú no trabajarás con él.
Medita mis palabras y, si es tu decisión, presentate al atardecer ante mí y te llevaré a tu nuevo puesto."
La tarde llegó y el gerente esperaba tras su mesa, pero el programador no llegaba.
Anocheció, y la luna contempló al gerente que seguía esperando.
Era bién avanzada la noche mientras el gerente se disponía a marcharse, cuando vió una habitación iluminada.
Se dirigió a ella y, por la puerta entreabierta pudo ver al programador.
Estaba sentado ante su ordenador, programando.
Y sonreía mientras escribía el código.
Hsi Kuo Pai
Creo que aquellas cosas que no hacemos nos definen tanto como las que hacemos. Es decir: Que tanto unas como otras son, probablemente, igualmente determinates para nuestro futuro.
Supongo que ni siquiera es un descubrimiento mío. Pero no se puede ser original siempre.
Pero el caso es que también creo que hay algo que tiene mucho más efecto sobre nuestras vidas: Aquellas cosas que estuvimos a punto de hacer, pero nunca llegamos a cumplir.
Me explico:
Aquel beso que, a mitad de camino, se quedó en un movimiento de cabeza.
Esas palabras que murieron en los labios.
La pregunta que se atrancó en la garganta.
Aquella caricia dada al aire.
Ese no que iba a ser un si.
Todas las lágrimas disimuladas.
Los espera que murieron siendo un adiós.
Creo que todos esos momentos inacabados para siempre, cuando por un instante el universo contuvo el aliento, son los que nos definen con más profundidad.
No es, quizás, el haber tomado una u otra opción. Quizás ambas eran igual de malas.
Es ese minúsculo instante de duda, de saltar de una idea a otra, de completo desamparo ante el futuro, lo que revela la realidad del fondo de nuestro alma.
Y es, también, todo el resto de nuestra vida. Cada momento en que la traidora memoria nos recuerda aquel día:
"¿Qué habría pasado si yo...?"
Creo, también, que se podría escribir una biografía de cada uno de nosotros solo saltando entre esos momentos.
Una especie de "Biografía de lo que pudo ser y no fué".
Porque quizás esos dolorosos recuerdos de nuestra vida sean lo único real que nos ha pasado, y el resto sea mero decorado.
Y nunca sabremos si, en ese instante en el que cambiamos de opinión, tomamos la decisión correcta.
Pero siempre nos asediará la inacallable sospecha de que, en realidad, nos equivocamos.