Aludir con su nombre a aspectos sexuales (tanto fisiológicos como conductuales o sociales) del ser humano se suele considerar, cuando menos, de mal gusto. A menudo, incluso, como algo escandaloso.
Por otro lado, cierta herencia (probablemente machista) del lenguaje hace identificar algunas cualidades morales con características sexuales.
Así es por ejemplo el caso del valor y los testículos: "Tener cojones" es sinónimo de "Ser valiente".
Pero, como ya te he comentado arriba, la alusión directa a los testículos no se considera de buén gusto. De modo que tirando un poco de metáfora, "Tener huevos" puede servir para aludir a lo mismo.
Cabe notar que, para encontrar el parecido entre un huevo y un testículo, hace falta cierta imaginación. Pero la imaginación humana parece ser ilimitada para estas cosas, y todo el mundo suele captar sin problemas que, en la frase anterior, un huevo vale por un téstículo.
Precisamente porque todo el mundo lo entiende, la alusión a los huevos también se considera de mal tono, nada adecuada para, por ejemplo, una cena en casa del embajador.
De modo que se recurre a metáforas más desusadas y neutras, como la de "Tener agallas".
La mayoría de los peces usan para respirar unos órganos que no remedan, ni lejanamente, la apariencia de un testículo. Son esos órganos a los que comunmente llamamos "agallas".
Por otro lado, no se puede decir que los peces sean especialmente conocidos por su valor, ni que el hecho de tener bránquias aporte una imagen de valentía a nadie.
Pero es que exiten otras "agallas" que no tenen nada que ver con órganos respiratorios.
Ciertos árboles presentan, a veces, unas excrecencias de forma redondeada en sus ramas o, mas a menudo, en el envés de sus hojas, a las que también se conoce como "agallas".
Una mente lo suficientemente imaginativa para asociar un testículo con un huevo tampoco debería tener problemas para verle la similitud con estas "agallas". Especialmente con las más frecuentes, que son las del roble, y que puedes ver en la imagen de la izquierda.
Con lo que volvemos al tema original: "agallas" es sinónimo de "cojones", pero evitando, como te decía al principio, el escándalo de hablar de los órganos sexuales con su nombre.
Pero, volviendo a los árboles. ¿Qué son las dichosas agallas?
Pueden deberse a infecciones de hongos, bacterias u otros microorganismos, pero la principal causante es una familia de insectos, que reciben el poco poético pero descriptivo nombre de "avispas formadoras de agallas" (Técnicamente, son la familia Cynipidae).
Se trata de unas pequeñas avispas, cada una de cuyas especies está especializada en parasitar una planta concreta. Eligen para ello zonas en crecimiento, como brotes, hojas, etc, donde haya células en fase de división. Clavan allí su ovopositor y depositan uno o más huevos en el interior de los tejidos de la planta.
Ciertos compuestos presentes en el huevo o producidos por la larva estimulan, no se sabe muy bién cómo, el crecimiento del tejido circundante, lo que crea una hinchazón en este (la agalla en sí).
La agalla sirve entonces de refugio y alimento a la larva, que pude crecer y engordar cómodamente a salvo de los peligros del exterior.
Existe un montón de especies de estas avispas parásitas, y su estudio tiene, además del natural interes científico, un gran valor comercial: Muchos cultivos tienen su propia avispa parásita, y es conveniente saber cómo combatirlas. Además, de algunas de estas agallas se extraen compuestos químicos de interés farmacológico e industrial.
Durante la primera mitad del siglo XX el profesor Alfred Kinsey, de Harvard, se dedicaba al noble, necesario, quizás interesante, pero poco reconocido campo de la taxonomía. Concretamente de la misma familia Cynipidae que te he comentado.
Los taxónomos son gente bastante peculiar: Si no tienes una especie de obsesión por recopilar montones de ejemplos de una misma cosa, no eliges esta profesión.
Y Kinsey tenía esa manía.
Recorrió Estados Unidos recopilando, clasificando y describiendo miles de ejemplares de unas avispas que suelen medir menos de un milímetro, y creó la mayor colección de estos insectos.
Un trabajo de chinos, oye. Pero no es uno de esos trabajos que te llevan a la fama mundial.
Pero un día la vida de Kinsey iba a cambiar drásticamente.
La universidad de Harvard quería impartir una especie de curso de "Introducción al Matrimonio", para parejas que estaban a punto de casarse. Básicamente querían explicarle a los estudiantes todo el asunto ese de "de donde vienen los niños" que se supone que ya debían haberles contado sus padres. No era una tarea demasiado interesante ni agradable, y le encomendaron el trabajo a él.
Cuando Kinsey comenzó a dar esas clases, se dió cuenta de varias cosas:
La primera de ellas era que los estudiantes sabían bastante poco al respecto.
La segunda, que él mismo tampoco sabía demasiado.
Y, la tercera fué que no había estudios ni investuigaciones serias disponibles: Simplemente, nadie sabía realmente dar respuesta a las preguntas que le hacían sus alumnos.
Y como Kinsey era un taxónomo con mentalidad de taxónomo, hizo lo que habría hecho cualquier taxónomo: Recopilar montones de ejemplos de una misma cosa. En este caso, la vida sexual de la gente.
Una investigación sobre las respuestas a una serie de cuestionarios de unos 5.000 individuos acabó conformando, en 1947, un informe de 840 páginas titulado "Sexual behavior in the Human Male" Más conocido hoy día como el "informe Kinsey".
El Informe hablaba sin tapujos y sin hacer juicios de valor sobre la sexualidad, y molestó, enfadó y escandalizó a gante de diverso tipo a todo lo largo del país. Porque, ya sabes, hablar abiertamente de cuestiones sexuales se suele considerar, a menudo, como algo escandaloso.
El director de cine Bill Condon ha rodado una película sobre la vida de nuestro entomólogo protagonizada por Liam Neeson (Que, por cierto, no se parece en nada al personaje). No sé si saldrán las avispas, pero seguro que se hablará mucho de sexo.
La película ha sido rodada fuera de los circuitos de Hollywood (como no podía ser de otro modo) y ya ha escandalizado a muchos en su país de origen.
Y, es que, como te decía al principio:
Aludir con su nombre a aspectos sexuales (tanto fisiológicos como conductuales o sociales) del ser humano se suele considerar, cuando menos, de mal gusto. A menudo, incluso, como algo escandaloso.
Comentarios
Marca Psicobyte. Genial.
Man: Naaa. Mucho Google es lo que tengo.
roque: Gracias.
No se pueden poner velas a Dios y al Diablo. No se puede ir con el rollo qué-solidarios-tolerantes-hiperguays-que-somos, y predicar al mismo tiempo el egoísmo. Bien, la revolución sexual es puro egoísmo. Las ideas de fidelidad, de luchar por un matrimonio, el fundar una familia... es demasiado duro. Y que digan que es lo necesario para ser libre es demasiado duro para los oídos. Por lo tanto, postulemos que lo normal es follar con el primer culo que se te ponga a tiro, y así remozaremos un poco nuestra mala conciencia. Revolución sexual, claro, favorecida por el capitalismo y por el socialismo, pues el hombre "revolucionado sexual" es el más fácil de dominar. Un hombre de carácter, como es mi caso, es peligroso para cualquier Poder
diletante: Lo de las velas, sí se puede. Te sorprendería de qué somos capaces las personas. Por otro lado, no creo que este sea el caso, y tu agudo comentario no tiene nada que ver con lo que pone en el post. Por último, me alegro que te consideres un hombre de caracter. Enhorabuena.
Recuerdo que Weininger decía, hablando de los judíos, que en ningún otro pueblo se dan tantos matrimonios de conveniencia, sin amor, y ofrecía eso como prueba de que "carecen de alma". Hay que especificar que para Weininger "alma" es individualidad en sentido fuerte. Pues bien, insistiré en esta tesis centrándola en el ámbito de las mujeres.
I.
Afirmo que las mujeres nunca aman a un hombre: aman un paradigma. Un hombre siempre ama a la mujer completamente individualizada, mientras que éstas sólo buscan "príncipes azules". ¿Acaso habéis escuchado a alguien que busque a su "princesa rosa"? Un hombre puede tener una idea preconcebida, ya que es inevitable, pero cualquiera de ellos se enamorará del ser irrepetible y no de la categoría abstracta. La mujer, por el contrario, se limita a representar a su complemento como modelo, es decir, como engendrador potencial o actual de sus hijos.
Y aún más: Para el hombre el ser amado es una gran incógnita hasta que se presenta ("La reconoceré cuando la tenga delante", suele decirse). Sin embargo, una mujer podría dibujar al hombre que desea, y de ahí su predilección en la infancia por las muñecas (paradigmas simples) y por los personajes novelescos en la adolescencia y la edad adulta (paradigmas complejos).
Subrayo que hablamos de amor y no de simple lujuria. La obsesión por el sexo, ciertamente, también se da en los hombres, pero más durante los ardores de la juventud que en etapas posteriores. Raramente permanece en los viejos. Sí, en cambio, en las viejas, que siguen ejerciendo de celestinas -observa Weininger.
II.
El movimiento feminista ha visto como una "imposición falocéntrica" las trabas que se han opuesto a la promiscuidad inercial de su sexo. Pero, ¿no será que sin esos obstáculos externos, sin esas convenciones petrificadas, la mujer es incapaz de desarrollar una moral propia?
Digo, pues, que la mujer ama al paradigma, que se enamora de algo que aprende, de un constructo cultural, que es la forma que la sociedad tiene de canalizar la líbido femenina, por lo demás desbocada. Así como la castidad masculina es un requisito para el amor y algo que el hombre se exige a sí mismo, la mujer lo aprende como ardid para seducir al "príncipe", de modo parecido a los camaleones, que se adaptan a su entorno en vistas a no ser descubiertos.
Un hombre opone su amada al resto de mujeres; una mujer opone su amado al resto de paradigmas. Dice, por ejemplo: "este hombre es feo, es derrochador, es violento, etc.". Jamás se acepta al hombre porque es el que es, sino porque es como es. Una mujer, entonces, sólo es fiel al paradigma, a lo adquirido, y tal virtud no es en ella nada connatural. Recalco que ser fiel, ser íntegro y ser veraz es lo mismo, puesto que el que traiciona miente, y el que miente se desdobla. De lo que se sigue que la mujer es naturalmente mendaz, como ya estableció Weininger.
Nuevos argumentos en favor de esta postura innatista es la gran capacidad seductora de las niñas, inexistente en los niños. Su habilidad precoz para imitar modelos de amante y amado es asombrosa, y al presentarse en edades tan tempranas, no podemos atribuirla a una malicia consciente. Se adhieren al paradigma fingiendo querer al hombre objeto de su atención; se sienten estimuladas sólo por el rol específico, no por el que lo interpreta. Nada tiene de extraño que la sexualidad femenina sea mucho más proclive a la homosexualidad que la masculina, al amarse no al sujeto propiamente dicho, sino a la función que éste lleva a cabo.
Señalar, por último, el hecho de que haya, por abrumadora mayoría, más mujeres guapas que salen o se casan con hombres feos que hombres guapos que, a su vez, sigan tal preferencia. Alguien podría contestar alegando la objeción de que eso es, precisamente, porque el paradigma de la belleza está mucho más presente en el hombre, mientras que la mujer penetra en las características únicas del individuo. Pero ello es falso y no hace más que confirmar la teoría que expongo, dado que la belleza es un factor individualizador de primer orden: Toda belleza es única, toda fealdad es común.
Saludos.
Daniel.
http://www.miscelaneateologica.tk
Hola otra vez.
Tu comentario es, otra vez, un mero copypega de un texto anterior.
Es también, otra vez, un evidente intento al más viejo estilo "troll" de provocar respuestas airadas (que, por lo que confío en los habituales de este blog, no tendrá éxito).
Y es asimismo, otra vez, un vacuo desperdicio de palabrería (que ni tan siquiera resulta convincentemente pedante) que no tienen nada que ver con el tema del post.
Irichc, asúmelo. Tus traumas sexuales no enfurecen: Solo aburren.
Supongo que preferías una felicitación.
Saludos.
Daniel.
http://www.miscelaneateologica.tk