En su libro "Programming Perl", Larry Wall dice:
We will encourage you to develop the three great virtues of a programmer: laziness, impatience, and hubris.
Que, traducido, viene a significar:
Te animaremos a desarrollar las tres grandes virtudes de un programador: pereza, impaciencia y hubris.
En el glosario del mismo libro podemos encontrar más detalles:
Más allá de la broma y de lo ajustado o no que esté a la realidad, me da la impresión de que un comentario de ese tipo encajaría mucho peor en un libro moderno. No porque haya nada malo en ella ni porque hoy los libros sean más serios, sino porque me da la impresión de que el propio concepto de lo que es un "programador" ha cambiado.
La imagen del programador que se trasluce de las definiciones de Larry Wall es, en cierto modo, la de un aficionado: una persona que programa por motivos personales, principalmente para sí misma, para solucionar sus propios problemas y facilitar su propio trabajo; y que comparte el resultado de ese trabajo también de modo personal.
No es una visión exclusiva de Wall, puede verse también en la famosa frase de Eric S. Raymond:
Every good work of software starts by scratching a developer's personal itch.
Que, en español, más o menos dice:
Todo buen trabajo de software comienza rascando la picazón personal de un desarrollador.
Creo que no es casualidad, sino que forma parte de la mentalidad de una época, de esa ética hacker que describe el filósofo Pekka Himanen en el libro "La ética del hacker y el espíritu de la era de la información".
Sin embargo, me da la impresión de que esa mentalidad, en general, ha cambiado.
Creo que, hoy en día, el arquetipo al que aspiran los programadores es más el del profesional eficiente que el "hobbista" apasionado. Lo cual es lógico y natural: la programación es un amplio campo laboral en expansión, y las empresas de desarrollo se han multiplicado exponencialmente desde la época en que Wall y Raymond dijeron aquello. Ahora la programación es una profesión, sometida dinámicas de mercado bajo criterios de productividad y beneficio.
Es el mismo camino que siguieron otras muchas ocpuaciones: los primeros automovilistas eran consumados mecánicos (estaban obligados a ello) que trasteaban con pasión los motores de sus coches. Cuando el automóvil se convirtió en un bien de consumo masivo, llegó el momento en que la mayoría de los automovilistas desconocía como funciona su coche, mientras que la mecánica se profesionalizó progresiva y naturalmente.
Naturalmente, estoy hablando de "arquetipos", de la idea general que tenemos de cómo debe ser algo. De lo que nos viene a la cabeza al imaginar un informático o un mecánico, por ejemplo. Eso no quiere decir que no sigan exitiendo montones de aficionados a la mecánica o la programación que disfruten con pasión de su hobby (probablemente, incluso más que antes, en números absolutos).
Sin embargo, en cierto modo, y sintiéndolo por Pekka Himanen, la ética protestante parece haber acabado venciendo a la ética hacker.