Cuando estás en la estación de autobuses de Granada (donde, por cierto, se desayuna bién y a un precio razonable), llevas horas esperando, y aún te quedan horas por esperar, el tiempo puede ser insufriblemente lento.
Tener un libro entre manos puede ayudar a pasarlo mejor pero, cuando terminas de leerlo y el segundero de tu reloj sigue girando con exasperante lentitud. ¿Qué haces?
Pues Jerome "en español se dice Jerónimo" ha dado con una solución bastante original.
Ante la amenaza sombría del aburrimeineto absoluto, se dedicó a pasear su libro por toda la estación de autobuses, explicando su situación a todos y cada uno de los viajeros en espera, y pidiéndoles que escribieran algo en su libro, a modo de recuerdo.
Así, al menos, te entretienes.