Psicofonías

(algo así como el blog de Psicobyte)

Fascistas por todas partes

El periodista y escritor Jesus Lens (al que conozco personalmente y que me cae estupendamente) ha escrito en su blog (creo que se ha publicado también en el periódico Ideal) un artículo titulado "El auténtico fascismo" que deberías leer. De hecho, deberías leerlo ahora. Yo te espero aquí.

Dice Jesús Lens que hemos usado tanto la palabra "fascista" para referirnos a todo lo que no nos gustaba, que ha acabado perdiendo el sentido, de modo que, cuando aparece un verdadero partido fascista como Vox, ya no sabemos cómo reaccionar ante él.

Fascistas Everywhere

No es el primero que lo afirma, y sin duda no será el último. De hecho, es algo que se menciona tan a menudo que seguramente debe ser verdad.

¿Que un partido defiende la mano dura contra la inmigración o promueve leyes contra la libertad de manifestación o expresión? Los etiquetamos de fascistas.

¿Que la policía tortura presos, disuelve manifestaciones con violencia o inventa acusaciones contra anarquistas? Fascistas.

¿Que viejos militares firman un manifiesto a favor de Franco? Otra vez el sambenito de fascistas.

¿Que una asociación sostiene posturas revisionistas sobre el franquismo? Más fascistas.

¿Que un escritor defiende el fascismo? Otro que acusamos de fascista.

Es que parece que vemos fascistas en todas partes.

En el 36 era fácil: Los militares que traicionaron su juramento y se alzaron en un golpe de estado (y, al fallar este, en una guerra) en contra de España eran los fascistas. Naturalmente, los partidos políticos en los que se materializó este golpe (la "Falange Española Tradicionalista" y las "Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista") y sus miembros eran también fascistas.

Es cierto que quizás fuera forzar un poco el lenguaje, pero también se calificó como fascistas a los que se aliaron con ellos de forma más o menos activa: Los grupos políticos cristianos y conservadores, grandes sectores de la burguesía, terratenientes, importantes empresarios o la iglesia.

Tras ganar la guerra, la cosa tampoco era muy complicada: Todas las estructuras políticas, administrativas y sociales fueron férreamente centralizadas en torno a Falange y las JONS en una estructura de tipo fascista llamada "Movimiento Nacional".

Oficialmente, ningún español era antifascista. Al menos, ningún español vivo. Toda España estaba regida por el Movimiento; todo responsable político tenía que jurar los "principios del Movimiento"; todo el que quería optar a un cargo público, docente, un puesto de funcionario, etc debía demostrar su fidelidad al Movimiento; toda actividad política o social estaba supervisada por las autoridades del Movimiento; toda la máquina de represión política estaba bajo el control del Movimiento.

El propio estado fascista, materializado en el Movimiento, se ocupaba de identificar claramente quién era fascista y quién no.

Pero, a la muerte de Franco, con la Transición, la cosa cambió de pronto.

De la noche a la mañana, una gran cantidad de importantes y reconocidos fascistas se transformaron repentinamente en demócratas de toda la vida.

Personalidades del franquismo tan poco sospechosas de oponerse al fascismo como el príncipe Juan Carlos (que había sido nombrado por el propio dictador como su sucesor) o el mismísimo ministro-secretario general del Movimiento se convirtieron en símbolos vivientes de la naciente democracia.

Fascistas Everywhere

Incluso las personalidades del franquismo que se oponían a esa transición o que abogaban abiertamente por limitar la democracia, formaron sus propios partidos políticos democráticos.

Ministros del movimiento, artífices de la represión fascista, enemigos declarados de la democracia, opositores a las libertades, defensores de la dictadura... Todos encontraron acomodo en el sistema de partidos. Todos eran demócratas.

De pronto, un montón de gente que hasta entonces se había autodenominado fascista orgullosamente dejó de serlo. Fascista se había convertido en un insulto, algo terriblemente ofensivo. Nadie era fascista. Ahora todos eran demócratas de toda la vida.

Fascistas Everywhere

Por supuesto, esto no sólo le ocurrió a políticos y otras personalidades; todo un segmento sociológico sufrió esa mutación de fascista a demócrata de toda la vida.

Pero eso no significaba necesariamente que hubiesen cambiado sus ideas o sus inclinaciones políticas.

En muchos casos seguían manteniendo exactamente las mismas opiniones sobre la patria, los extranjeros, las mujeres, la autoridad, la república, la religión, la historia, los inmigrantes, las comunidades autónomas, la lengua, la izquierda, la monarquía y un sinfín de cuestiones que siempre habían estado en el ideario fascista nacional.

Lo único que había cambiado en su mapa mental era el término "fascista", que ya no se podía emplear, al menos en público.

Y, para acabar de liar la cosa, los fascistas que ahora eran demócratas de toda la vida estaban acompañados de muchos otros que, sin llegar a comulgar con todo el ideario del Movimiento, sí coincidían con este en muchos puntos.

Y así llegamos a la actualidad, en la que no hay fascistas en España, sino que todos son demócratas de toda la vida. Incluso cuando coinciden en todo o parte con el ideario, actitudes u opiniones fascistas.

Fascistas Everywhere

Incluso cuando afirman que la inmigración es una "invasión", son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando se niegan a desenterrar a las víctimas del franquismo, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando se oponen a eliminar monumentos fascistas, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando participan en homenajes a Franco, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando dicen que con Franco esto no pasaba, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando tienen actitudes racistas, machistas o xenófobas, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando defienden posturas revisionistas, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando evitan rechazar el fascismo, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando sugieren ocupar militarmente Cataluña, Euskadi, o lo que sea, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando se oponen a sacar al dictador de su mausoleo, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando dicen que los fascistas tienen razón, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando afirman que los españoles asesinados por los fascistas se lo metecían, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando se oponen a acoger refugiados porque "no hay sitio", son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando rinden honores a criminales fascistas, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando organizan grupos terroristas parapoliciales que asesinan y torturan, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando evitan llamar fascistas a los fascistas, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando hablan de patriotismo, orgullo y grandeza nacional, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando disuelven manifestaciones a hostias, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando se oponen a investigar los crímenes del fascismo, son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando piensan que "los españoles primero", son demócratas de toda la vida.

Incluso cuando son indistinguibles de los fascistas, son demócratas de toda la vida.

Y ahora aparece Vox, que sí que son fascistas de verdad y no demócratas de toda la vida, y nos encontramos con que la palabra "fascista" ya está muy usada. Porque la hemos gastado aplicándola a todo aquel que se mostraba "xenófobo y racista, ultranacionalista y belicoso"; aunque fuera un demócrata de toda la vida.

Al parecer, la palabra está tan gastada que el líder de un partido demócrata de toda la vida se niega a definir a Vox como de extrema derecha (no hablemos ya de fascista) e incluso afirma que tiene una "excelente relación" con su presidente y fundador y que respeta y "comparte" algunos de sus principios.

Tanto "respeta y comparte" esos principio que la mayor diferencia ideológica que se le ha ocurrido mencionar es la estructura de las autonomías (Los fascistas quieren eliminarlas, los demócratas de toda la vida no). Si el propio líder de un partido democrático no encuentra diferencias más fundamentales entre un partido fascista y el suyo, no parece justo exigirles a los demás que hilen más fino.

La palabra está tan gastada que la prensa prefiere no utilizarla: Un ejemplo es este editorial en El Mundo que prefiere usar la palabra "populista" para hablar de Vox, al tiempo que contemporiza con el diagnóstico que hace ese partido del "problema territorial" (aunque no con su solución).

Así que sí, quizás sea cierto. Quizás hemos abusado de la palabra. Quizás hace tiempo que confundimos a fascistas con no fascistas. Pero me atrevería a decir que no es culpa nuestra.

Es que, durante todos estos años, a menudo ha sido bastante difícil distinguirlos.

PPCMS 2022