Dicen que, cuando Pierre Simon de Laplace presentó a Napoleón su "Traité du Mécanique Céleste" en la que explicaba (en cinco complicados y farragosos volúmenes) el movimiento del sistema solar, el emperador (seguramente intentando poner al científico en un aprieto) le preguntó que cómo podía haber escrito ese libro, sin tan siquiera mencionar al Creador del Universo.
Laplace, que tenía fama de no achantarse fácilmente, le respondió orgullosamente "No he tenido necesidad de esa hipótesis" ("Je n'ai pas eu besoin de cette hypothèse").
Se suele tomar esta frase como una especie de declaración de principios, de manifiesto ateo. Se interpreta como un grito de independencia, del hombre que dice "No necesito a Dios".
Y la verdad es que no es cierto. No sé cuales serían las creencias de Laplace, ni su militancia relogiosa o atea. Pero la frase, en este contexto, no tenía esa intención. Pero, para Laplace, el sacar "esa hipótesis" de sus cálculos era un reto (y un logro) personal e intelectual fundamental.
Unos cien años antes, Isaac Newton y su gravedad habían descrito el universo a todas las escalas. Usando el ejemplo clásico, desde la caída de una manzana a la órbita de la luna estaban regidos por las mismas leyes y eran igualmente descriptibles. Para lograr esto, el gran Newton tuvo que inventar toda una nueva matemática, el cálculo diferencial (que Newton llamó "Fluxiones").
Pero, cuando Newton se enfrentó al problema de describir el sistema solar, se encontró que (además de que los cálculos se volvían tremendamente complicados) en su sistema aparecían pequeñas irregularidades, ciertas anomalías que rompían el equilibrio y hacían a sus órbitas inestables.
Al enfrentarse a ello, Newton tuvo que echar mano de "esa hipótesis", y suponer que Dios se dedicaba, como una especie de relojero de segunda, a ajustar las órbitas de vez en cuando, para evitar que todo se fuera al carajo.
Cabe decir que a Newton, que era profundamente religioso, probablemente no le costó ningún esfuerzo aceptar la mano divina en sus cálculos. También hay que decir que suponer que va a venir alguien de vez en cuando a mover lo planetas para que estos se ajusten a tus ecuaciones es bastante pretencioso. Y sobre todo, desde el punto de vista científico, es un poco chapuzas: Si recurres a Dios cada vez que tu teoría te falla, mejor será que cambies de negocio.
Pero cuando Laplace aplicó al problema todo su genio matemático (que era mucho), sumado a los conocimientos acumulados de cién años, pudo superar a Newton en su descripción de las órbitas planetarias, sin utilizar "esa hipótesis".
Sabiendo esto, puedes ver que el merecido orgullo de Laplace no venía de su convicción atea, de haber "destronado a Dios" ni de nada parecido. Laplace podía jactarse, ante Napoleón o ante quien fuera, de haber superado a uno de los mayores genios de la historia, el gran Newton.
Comentarios
Que bonito! Eso es un post!
:D
Si no es mucho pedir, es que realmente me ha asombrado.