Voy a casa, caminando bajo la llovizna y pensando en las musarañas (la musaraña es el mamífero al que dedicamos más horas de meditación, aunque se ve superado por la rata en lo que a investigación científica se refiere) y me asalta una duda metafísica con la cosa de "Compartir":
El problema es que la propia palabra está mal escogida. "Compartir" es "partir con". Es decir, tomar algo, hacerlo partes y asignar cada una de ellas a uno de los "compartientes". Al final tienes menos de lo que tenías antes, eso es dividir.
Una vez en casa, esta sospecha es confirmada por la RAE, que dice que "Compartir" es, en su primera acepción, "Repartir, dividir, distribuir algo en partes".
Y verás, hay montones de casos en los que esto es cierto: Cuando comparto mi bocadillo con mi amigo, al compartir la wifi, o cuando Cristo comparte el pan en la Santa Cena.
Pero esto no siempre ocurre así.
Cuando comparto ideas, información, archivos o programas no estoy realmente com-partiendo. No pierdo (nadie lo pierde) medio bocadillo, ni cedo ancho de banda, ni tocan a un pellizco de bollo por apóstol.
Cuando comparto ideas, información, archivos o programas hace falta otra palabra, en la que yo conserve lo compartido al completo y los demás también lo obtengan completo, de modo que nadie pierda nada y todos ganen. Como cuando compartes un chiste, enseñas matemáticas o Cristo ofrecía peces.
Ah, si.
La palabra es "multiplicar".
Cuando comparto ideas, información, archivos o programas, lo que estoy haciendo es multiplicarlos.
A partir de ahora no "compartas".
"Multiplica".
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