Dicen que Diógenes de Sinope, para expresar su desapego a las convenciones sociales, se llamaba a sí mismo "el perro". Pero para su oponente Aristipo de Cirene, que se pegaba la buena vida sirviendo en el palacio de Dionisio en Siracusa, reservaba el apelativo mucho más crel de "el perro del rey".
El jesuíta caído en desgracia Anthony de Mello (1931-1987) relata en su libro "El canto del pájaro" un pequeño cuento que se ha hecho extremadamente popular:
Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Arístipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.
Y le dijo Arístipo: "Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esta basura de lentejas".
A lo que replicó Diógenes: "Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey".
El formato Consejo - Réplica es eficiente en su brevedad y deja bién clara la intención del autor. Casi nos invita a imaginar a Aristipo quedándose sin palabras (probablemente con la boca entreabierta) y reflexionando sobre las sabias palabras de su oponente el estóico.
Mello se pone de parte de Diógenes, para el que el lujo y las riquezas son más un obstáculo que un premio. Aprendiendo a prescindir de ellas, evitas tener que hacer otros sacrificios.
No se puede decir que sea una "enseñanza" muy revolucionaria pero, al menos, está bién contada.
Resulta que Diógenes Laercio (primera mitad del siglo III) cuenta en su "Vidas de los filósofos más ilustres" la misma anécdota, pero de un modo distinto:
Pasaba en cierta ocasión por donde Diógenes estaba lavando unas hierbas, y le dijo éste: "Si hubieses aprendido a prepararte esta comida, no solicitarías los palacios de los tiranos".
A lo que respondió Aristipo: "Y si tú supieras tratar con los hombres, no estarías lavando hierbas".
Aquí (aparte de la transustanciación de lentejas y hierbas) se han invertido los papeles, es Diógenes el acusador y el cachondo Aristipo el que le responde con un cierto deje de superioridad.
Y, por supuesto, el "mensaje" que el autor quiere expresar es, justamente, el opuesto.
Uno imagina a Diógenes, sentado en el umbral de su barril, mascullando en voz baja alguna obscenidad, mientras mira de reojo cómo Aristipo se marcha pavoneándose.
Laercio elige ponerse de parte de Aristipo.
No es casualidad que ambas parábolas, a pesar de ser opuestas en el fondo, sean tan parecidas en la forma. Por lo que he visto, tengo la sospecha de que la versión original de esta historia se encuentra en el primer libro de las Epístolas de Horacio (65-8 a.C.), aunque probablemente cambiando a Aristipo por Platón, pero no he podido encontrar la referencia.
En cualquier caso, no merece la pena plantear qué versión es "la auténtica". Con total seguridad, ninguna de las dos la sean. Probablemente Diógenes y Aristipo nunca se enfrentaron en un breve debate de contenido económico-culinario.
Lo interesante de esto es que, al presentar las dos versiones, la cuestión inicial queda irresuelta. La parábola de Anthony de Mello (y, por ende, también la del Laercio) se desfonda porque, invirtiéndola, resulta igual de convincente.
Personalmente, encuentro más atractiva la postura del estoico (Lo cual no tiene nada que ver con que la aplique o nó a mi vida). Supongo que eso de ser pobre, pero con dignidad, tiene más gancho que lo de venderse a la pasta.
Aunque, claro, la pela es la pela. Y Aristipo vivía a todo tren a costa de Dionisio, el tirano. Auque tuviera que rebajarse un poco y hacerle la pelota de vez en cuando.
¿Y tú? ¿que opinas?
¿Mello o Laercio?
¿Diógenes o Aristipo?
Comentarios
Probablemente los dos personajes tenían la conciencia igual de tranquila y se sentían igualmente plenos moralmente. La descripción "frustado con dinero vs. hombre con principios sin dinero" es falsa.
En igualdad de condiciones, yo prefiero tener comodidades.
Creo que los dos eran muy inteligentes, pues es de inteligente adaptarse a cada situación. Cada uno sabe vivir en su situación. No cabe duda que hay que aprender a vivir dentro de tus posibilidades, pero también hay que aprender a vivir dentro de la situación, contexto en el que te encuentras.
La cuestión es no extinguirte, saber moverte y sobrevivir, no intentar que las cosas sean diametralmente opuestas a cómo lo son.
Y ojo, no digo que nos conformemos con lo que hay, abogo por un realismo-optimismo bien entendido.
No hay recetas, hay procedimientos adecuados para problemas particulares.
Me quedo con ambas actitudes.
Genial
Con suposiciones como ésas no llegamos a ninguna parte, nos tenemos que atener sólo a lo que sabemos.
Si falla el rey habrá que seguir buscándose uno la vida, como siempre. Pero intentando conseguir algo mejor que un barril en medio de la calle.
Jose: con frecuencia, quienes "se aprovechan" del tirano ayudan a que se mantenga en el poder. Cuarenta años, y a veces más.
Los cínicos (que vendría a significar algo así como “los perros”) constituyeron un movimiento que surgió tras el esplendor de las ciudades Estado de la antigua Grecia. Desgastadas por las guerras, desde finales del siglo V a. C. las Instituciones fueron perdiendo credibilidad y en su caída arrastraron a los valores hasta entonces respetados, como la subordinación del individuo a la Ciudad. En ese contexto aparecen los cínicos, abanderados por Diógenes, defendiendo la libertad individual como mayor objetivo del ser humano. Y la libertad es respecto a los “jefes”, pero también respecto a cualquier necesidad material o sentimental que nos ate a algo (de ahí que ser capaz de comer hierba nos libre de la atadura que supone preocuparse por obtener todo lo que se necesita para preparar lentejas).
La contradicción, sin embargo, aparece cuando estos cínicos no se van a vivir, ermitaños, al monte. Por el contrario, viven de la mendicidad y la caridad del personal que se pasa todo el día trabajando (fue un alfarero quien fabricó la tinaja donde quizá vivía Diógenes, no él mismo). Algo similar ocurre con el punk más visceral, y movimientos similares. Quizá sea contradictorio pretender vivir al margen de la “sociedad” y luego utilizar los servicios del Estado (como las calles o los hospitales).
En resumen: dogmatismos, fanatismos y demás fracasos de la inteligencia impiden el consenso entre seres humanos con distintos intereses pero que viven juntos. O te vas a una isla desierta o aprendes a negociar con tus vecinos.
Gracias a todos.
Este pequeño cuento me recuerda mucho a un personaje de la serie de televisión Battle Star Galactica.
Saludos y gracias por la cita, me ha venido de perlas en un artículo sobre las lentejas :)