El pasado viernes recibí un mensaje enviado desde el formulario que, a tal efecto, tengo puesto en mi página personal.
El mensaje estaba firmado por un tal Germán, a quién no conozco de nada, y empezaba con la escueta frase "Creo que tengo que agradecerte algo".
Hasta aquí, todo normal.
Si, normal.
Verás: Estoy tan pagado de mí mismo que no me sorprende que la gente me agradezca cosas. Y, sobre todo por mi página de "Edición Extremadamente Simple de HTML", estoy bastante acostumbrado a recibir cartas de agradecimiento.
Pero esta era distinta.
El mensaje era largo y, pese a que tengo la autorización expresa del autor, cierto prurito de vergüenza me impide reproducirla al completo, pero podría resumirse en uno de sus párrafos:
Vivo en una nube, es gracias a tu blog, gracias a él he encontrado a la mujer de mi vida, esto es la primera vez que me pasa, es la primera vez que hago algo así pero sé que es verdad y que va a salir bien.
Vale. Soy un hombre de mundo y, como ya he dicho, bastante pagado de mí mismo. Pero esto si que no lo esperaba.
Para no darle a esto más intriga, te cuento:
El pasado 11 de Marzo fueron perpetrados los atentados que ya conoces.
Al principio, yo no pensaba escribir nada al respecto porque ¿Que se puede decir a eso?
Pero entonces, por accidente, dí a parar al blog de Ari014, una chica que se había librado de la tragedia por tan solo unos minutos.
Y fué a raiz de ese descubrimiento quee escribí un artículo al respecto.
Resulta que el tal Germán, que dice ser habitual de este blog, leyó mi post, siguió el enlace, se interesó por la autora y comenzó una relacción electro-epsitolar con Ari014.
Y, el viernes en cuestión, habían decidido dar el paso al mundo atómico: Conocerse personalmente.
Y de ahí el agradecimiento de Germán.
Habrás notado, con tu habitual agilidad mental, que lo de "gracias a tu blog" es bastante relativo: El enlace que Germán pulsó solo fué un nexo, tan necesario e importante para su futuro como el enchufe de su ordenador o la puntualidad del autobús que le lleve a su anhelada cita.
Supongo que hago notar este hecho porque, al leer su correo, siento cierta especie de (inmotivada) responsabilidad sobre esa relacción.
En cualquier caso también siento un (inmotivado) placentero orgullo por mi casual labor de celestina.
En realidad, si nos paramos a mirar, nuestras vidas son solo un cúmulo de improbables casualidades. Uno de entre miles de espermatozoides tuvo la inesperada fortuna de atravesar la membrana de un óvulo, y eso dió comienzo a mi vida. Y, desde entonces, cada instante ha sido necesario para que yo esté en este momento aquí, escribiendo este artículo.
De todos modos, les deseo lo mejor a Germán y a Ari01. Que os vaya muy bién.