Querida Compañera, hermana en el río de las generaciones:
Te hablo de ser vivo a ser vivo, de hembra a hembra, de potencial madre a potencial madre.
Porque soy tu hermana y comparto contigo el divino poder de, quizás, dar vida a una nueva generación de mi raza.
Te lamentas de mi zumbido en la noche, que te hace abrir tus ojos somnolientos. ¡Que más quisiera yo que ser silenciosa como un fantasma! Bien sabe el dios de la caza que de mi silencio depende mi vida, y que soy la principal interesada en no turbar tu sueño.
Como tú misma dices, las paredes de tu habitación, puntuadas con los cuerpos vacíos de vida de aquellas que fallaron, me recuerdan terroríficamente que no hay oportunidad tras el fracaso.
Entiendo tu ira contra mí y las mías. Entiendo tu frustración al descubrir sobre tu piel, cada mañana, las molestas marcas rojas de nuestro robo nocturno. Entiendo tu indignación ¿Acaso no es tuya tu propia sangre?
Pero ahora, te suplico, entiéndeme:
Pasé la mayor parte de mi vida como una pequeña e indefensa larva en una escondida charca. No fue fácil, te lo aseguro. Mi pequeño mundo estaba poblado por multitud de peligros y monstruos cuyo recuerdo aún me provoca escalofríos. De mis cientos de hermanos, que nacieron junto a mi, sólo logramos sobrevivir apenas una docena. Y fuimos afortunados. Muchas familias nunca llegaron a conocer la vida en el aire.
Yo sobreviví y crecí y pude ver el día en que salía del agua, hermosa, esplendorosa, con mis virginales alas aún encogidas y temblorosas.
Y le conocí a él.
Y le amé.
¿Quién no le habría amado? Sus ojos compuestos brillaban con amor al mirarme, las oscuras venas de sus alas desplegadas contrastaban arrebatadoramente con los reflejos del sol sobre su membrana, sus halterios vibraban poderosamente, haciendo pulsar todo mi cuerpo a su ritmo. Danzaba ante mí, suspendido en el aire, como un ángel venido para rescatarme de mi gris vida en mi charca.
Me dio su bien más preciado y mi tesoro más deseado: La oportunidad de ser madre.
Poco después se marchó. No hubo despedidas ni lágrimas. Ambos sabíamos que su vida tocaba a su fin y que no había nada que los pobres mortales podamos hacer para evitarlo. No me engaño. Soy consciente de que no fui la primera en su vida, ni sería la última. Pero le amé y ahora llevo nuestros hijos en mi interior.
Tener esos hijos. Buscar una charca donde dejarlos reposar y tener esperanzas en el futuro. Ese es mi objetivo en esta vida, mi prueba de amor, mi apuesta por el futuro. Eso es lo único que me mantiene viva.
Y aquí, querida amiga, es donde me temo que entras tú.
No lo haría si no fuese necesario. Mi alimento preferido es el dulce néctar de las flores y, sinceramente, no comería otra cosa por nada del mundo.
Pero, y esta es la tragedia que nos une, mis hijos necesitan tu sangre.
Apenas una gota para ti, pero la diferencia entre la plenitud de la vida y una muerte antes incluso de nacer para ellos.
No habrá verano para ellos, no verán el sol ni saborearán las dulces aguas de ninguna charca tranquila, si no tomo un poco de tu sangre. Sin el rojo y cálido néctar de tus venas mis hijos nunca nacerán.
¿Lo comprendes? Son mis hijos. Daría mi vida por ellos. Mataría por ellos. Te mataría a ti y a cualquiera si fuese necesario. Pero, afortunadamente, no es necesario.
La única cosa que necesito, lo único que te pido, es una gota de tu sangre. No es por mí. Es por mis hijos.
Por eso no puede haber pacto entre nosotras. Por eso no puedo dejarte.
Para ti, esa gota de sangre puede significar molestias e incomodidades. Pero para mí es toda la esperanza en el futuro.
Si eso significa la guerra entre nosotras, así sea.
No me queda mucho tiempo de vida. Sin maldad, sin furia, esta noche entraré en tu habitación mientras duermes e intentaré robarte esa gota de sangre. Quizás me descubras y acabes con mi vida. Quizás pase a ser otra de esas marcas en tu pared. No te odiaré por ello.
Pero tengo que hacerlo. Por mí misma, por él, por mis hijos, por el futuro.
Somos enemigas, pero yo tengo mucho más que perder que tú. No me odies por ello.
Se despide de ti, con sincero cariño, tu hermana la Mosquito.