Todo el mundo tiene a veces la misma ensoñación:
Dejarlo todo, olvidar la monotonía de la vida cotidiana, liarse la manta a la cabeza y abandonar todo eso que asumimos como importante, pero que en el fondo sentimos que no lo es tanto.
En definitiva, huir de nosotros mismos, y ser libres.
Sin planear nada, sin prever nada, solo tú y el momento, bebiendo la frescura de cada segundo, descubriendo lo que hay más allá del tedio, del estrés, de la desesperación de sentirse encerrado, de la opresión de uno mismo.
Pero entonces despiertas, y empieza un nuevo día.
Un día indistinguible de ayer.